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BOXEO | WELTER (OMB)

Pacquiao pone fin a su leyenda con un gran broche

El filipino derrotó a Bradley por decisión unánime tras mandarle dos veces a la lona. “Le prometí a mi familia que me iría. Es el momento”.

Manny Pacquiao.
Manny Pacquiao. EFE

Manny Pacquiao se aupó a una de las esquinas del MGM de Las Vegas, brazos en alto y mirada hacia la grada, y se despidió del boxeo digno y triunfador. Como un campeón. Dejando una foto para la historia mientras su madre Dionisia, que sostuvo a la familia en la pobreza de las calles de Manila, lloraba en el ringside. Su hijo, futuro senador en su país y próximo presidente si se lo propone, acababa de derrotar a Tim Bradley, en el mejor combate de una trilogía que acaba 2-1 para el filipino, por decisión unánime (116-110 puntuaron los tres jueces). Mandó dos veces a la lona al estadounidense, que cosechó la segunda derrota de su carrera (33-2-1).

Pacquiao, con 37 años, volvía al ring después de 343 días de inactividad. En su espalda pesaba la derrota contra Floyd Mayweather en el combate del siglo que acabó en fiasco y una operación para reparar su hombro derecho. Pero su sonrisa indeleble anunció que había dejado atrás los problemas y salía a disfrutar, como siempre. El filipino, que se marcha con un récord de 58-6-2 y 38 victorias antes del límite, lució rápido y bien preparado para hacer frente a la ‘Tormenta del Desierto’. Sin dudas.

‘Pacman’ lanzó muchos más golpes (439 frente a 302) que Bradley, y conectó más para llevarse el título internacional welter OMB. Una minucia, una excusa, para un boxeador que ha sido campeón mundial en ocho divisiones diferentes (dos de organismos poco relevantes). Un superclase que dio lecciones ante De la Hoya, Cotto, Hatton, Margarito, Márquez… No rehuyó a nadie.

“He sido agresivo y a la vez prudente”, analizó luego ‘Pacman’. Así fue. No se volvió loco buscando un KO que le arriesgara a sufrir una derrota en su despedida. Sólo cedió tres rounds (3, 8 y 11) y pudo acabar antes del límite. En el séptimo, un crochet de derecha seguido de un resbalón de Bradley provocó la primera cuenta. En el noveno, y tras recuperarse de los únicos golpes que parecieron hacerle daño en el octavo, Pacquiao soltó dos ganchos de izquierda que tumbaron al estadounidense, que tomó aire con la campana. En otros tiempos, el diablo filipino se hubiera lanzado como un lobo a cerrar. Pero no quiso que una contra estropeara su adiós.

Sobre el ring, y tras el veredicto, a Pacquiao le llegó ya el primer canto de sirena. “Dice su entrenador estaría bien medirse a Canelo y después a Mayweather. ¿Qué piensa?”. El tagalo no se lo pensó: “Es lo que desearían los aficionados, pero le prometí a mi familia que me iría del boxeo y creo que es el momento”. En el MGM, el niño que noqueó a la pobreza para amasar una fortuna de más de 400 millones de euros, reiteró que es hora de colgar los guantes. Su gran historia está escrita. Es hora de parar y no de que le paren.