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MONTAÑISMO | ENTREVISTA DE AS

Txikon: “¿El K2? Ahora sólo pienso en regresar a mi casa”

Este alpinista vasco con alma de leñador hizo historia al coronar el Nanga Parbat en invierno junto a Simone Moro y Alí Sadpara. Habló con AS desde el campo base.

Alex Txikon (de azul) y Alí Sadpara (de amarillo), en la cumbre del Nanga Parbat (8.125 m.). Reto conseguido.
ALEX TXIKON

Le pillo recogiendo las cosas en el campo base. Me cuenta que tiene una pequeña congelación en la nariz, pero nuestro amigo común, el doctor Ricardo Arregui, nos dice que no tendrá problemas. Me alegro de que después de tanto esfuerzo y tensión todo haya acabado bien para Alex Txikon. Durante días hemos seguido su progresión en el mundo helado del Nanga Parbat (8.125 m) con el alma en vilo. Casi nada: La Montaña del Destino escalada en pleno invierno después de 25 años de intentos.

Una expedición de lujo: Alex Txikon, Tamara Lunger, Simone Moro y Alí Sadpara.
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Una expedición de lujo: Alex Txikon, Tamara Lunger, Simone Moro y Alí Sadpara.

Recuerdo algunos de nuestros momentos: en el 2004, cuando le conocí, mientras intentaba una ruta difícil en el K2, y estaba montando una tienda por un canalón por donde caían avalanchas. Le dije que era un suicidio colocar el campamento allí. A cambio luego se ofreció voluntario y participó en la dura bajada de Juanito Oiarzabal con los pies congelados. Fue el rescate más rápido en la historia del Karakórum. Gracias a gente como él, Juanito, aunque sin dedos, puede seguir escalando. A partir de entonces fue uno de los fijos de las expediciones de 'Al Filo de lo imposible'. Uno de los nuestros.

Recordamos con cariño las cumbres compartidas en la Antártida en 2006, el Wandell, el Mills o el Scott. Momentos de una plenitud como pocos he sentido en mi vida. Me alegro del camino recorrido desde entonces por este vasco de ascendencia malagueña, uno de los tipos más optimistas y fuertes que he conocido. Un tipo capaz de irse en coche de Euskadi a Pakistán en pleno invierno, dando demostraciones de cortar troncos. Nada más peculiar que un aizkolari en las plazas públicas de Irán, Austria o Pakistán. Porque, en el fondo, Alex es un alpinista con alma de leñador.

—Fue muy duro el ataque a la cumbre. ¿Cómo planteasteis la logística?

—Me parece que esta expedición ha sido menos dura que la del año pasado. Probablemente también hayamos hecho mejor las cosas. Hemos trabajado desde el primer momento, todos los días, poniéndonos metas cercanas. Así que hemos podido aguantar tanto tiempo en el campo base, pero sin estar parados, sabiendo que debíamos movernos todos los días para no perder ni la aclimatación ni la forma. La mejor prueba es que el último día bajamos del campo 4 (7.100 m) al campo 2 (6.150) en dos horas y 20 minutos, y desde el C2 al C1 (4.800) en sólo dos horas. He aprendido de los últimos errores: de la tragedia de 2012 en el Hidden Peak (8.068) y del año pasado en el Nanga. El error del invierno anterior, cuando nos equivocamos de ruta y nos quedamos a unos 250 metros de la cumbre, ha sido una de las lecciones más duras, pero al tiempo más provechosas, que he aprendido. Aquel error ha sido la base de este éxito.

—En esos días de tanta tensión, ¿cuál fue el momento más duro?

—Para mí, la segunda noche que pasamos en el campo 4, al bajar de la cima. Pasamos mucho frío, casi insoportable a pesar de toda la ropa que llevaba puesta, y probablemente porque además llegamos a la tienda con nuestras últimas fuerzas, derrengados. En el caso de Tamara Lunger había sido literal porque se había quedado fundida a unos 100 metros de la cima, y además sufrió una caída que afortunadamente no tuvo consecuencias. Aunque las previsiones eran de unos 35º bajo cero, creo que hemos pasado mucho más frío. El viento nos estuvo hostigando por encima de los 30 km/h, lo que haría que tuviésemos una sensación térmica por debajo de los 40º bajo cero. Así estuvimos desde las seis de la mañana a las siete de la tarde. La cima la alcanzamos a eso de las tres de la tarde, que teniendo en cuenta las condiciones de hielo que nos encontramos en algunas zonas del trapecio somital, me parece que es un buen horario.

—¿Cómo funcionó el equipo: Alí Sadpara y tú, con el dúo Simone Moro y Tamara Lunger?

—Muy bien. La verdad es que ya había hablado con Simone hacía tiempo de la posibilidad de ir juntos, pero cuando traté contigo la posibilidad de reforzar el equipo, cuando ya se habían ido todas las expediciones y también se había ido Danielle Nardi, vi claro que juntos teníamos una oportunidad única. Estoy muy contento porque los cuatro hemos formado un grupo excepcional, un equipo de cuatro amigos que no sólo comparten un objetivo, sino que están dispuestos a sacrificarse por él. Me siento orgulloso de haber estado con Simone, con Tamara y con mi buen amigo Alí. Me siento especialmente orgulloso de que gracias a que Alí haya subido a la cima los porteadores del Baltistán puedan salir del anonimato, figurar al mismo nivel que los alpinistas occidentales. Me alegro de que Pakistán y el Nanga Parbat sean conocidos en el mundo entero por un éxito alpinístico y una alegría enorme que les ha dado uno de sus vecinos, y no por atentados ni tragedias. Mi única tristeza es que Tamara se quedase a unos cien metros de la cima, literalmente exhausta. Me da mucha pena Tamara, pues lo merecía igual que nosotros. Lo siento mucho por ella, era su oportunidad de haberse convertido en la única mujer en tener una primera invernal en un ochomil, pero le están dando muchos ánimos desde Italia y nosotros también. Ahora ya sólo queda el K2 en el horizonte de las posibles primeras invernales…

Alex Txikon duerme tras hacer cumbre. El frío presidió el descenso.
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Alex Txikon duerme tras hacer cumbre. El frío presidió el descenso.

—Sin duda ha habido mucho esfuerzo y trabajo, ¿pero cuál ha sido la clave del éxito?

—En primer lugar la tenacidad y la persistencia, intentarlo una y otra vez, confiar en mis fuerzas, en que estaba seguro de que podía hacerlo. Llevo cinco años de expediciones invernales. Luego, cuando desfilaron todas las expediciones, el saber aguantar. ¿Te acuerdas que comentamos una noche en 'El Larguero' que había que seguir esperando nuestra oportunidad? Pues al final tuvimos esa ventana de buen tiempo que necesitábamos. Luego, pequeñas cosas que allí en realidad son muy grandes: movernos, portear, aunque tuviéramos mal tiempo, ser constantes a la hora de equipar la ruta y los campamentos… Y en el ataque a la cumbre hemos sido muy disciplinados a la hora de comer e hidratarnos y así hemos aguantado el último día sin apenas comer ni beber, pues el frío era tan intenso que no podíamos quitarnos las manoplas.

—¿No piensas que la elección de la ruta ha sido clave para vencer la resistencia del Nanga Parbat? La ruta Shell, por ejemplo, es rápida en la parte de abajo, pero luego es muy larga y expuesta en la parte superior. La ruta Messner, la elegida este año por Tomeck Mackiewicz y Elisabeth Revol, muy peligrosa en la parte de abajo y luego muy larga hasta la cima. La vertiente del Rupal, preferida por los polacos, muy difícil y empinada para una invernal…

—Miré la historia de los intentos invernales al Nanga y llegué a la conclusión de que la ruta Kinshofer era la mejor para llegar en invierno a la cumbre. Me acordé mucho de lo que hablé contigo en 2006 en la Antártida, cuando volviste del Nanga con las chicas y me contaste que era la ruta más factible. Y así es. Sin duda es difícil por abajo, hasta superar el muro Kinshofer, pero luego te permite ir muy directo a situarte debajo del trapecio cimero, y la rapidez en invierno es clave porque si no te congelas. Además, el campo base está a 4.200 metros, uno de los más bajos y más bellos del Himalaya, y eso nos ha permitido aguantar tanto tiempo en la montaña.

Simone Moro (derecha) posa también con Alí Sadpara en la cima del Nanga.
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Simone Moro (derecha) posa también con Alí Sadpara en la cima del Nanga.

—¿En qué ibas pensando mientras ascendías a la cima?

—La verdad es que fui muy concentrado todo el momento. No podía pensar en otra cosa que escalar con cuidado, mover dedos de los pies y manos para no congelarme, atento a un resbalón... El terreno estaba muy helado y me sorprendió lo inclinado que está el trapecio que lleva a la cima. Había zonas con hielo muy duro y formaciones como los sastrugis de la Antártida (producto del viento y las bajas temperaturas)... y si se rompían nos caeríamos al vacío cuatro mil metros.

—¿Pero no llevabais cuerda?

—Decidimos jugárnosla y no la llevamos. No diría que pasé miedo, pues para eso iba entrenado, pero la verdad es que iba muy tenso, no podía permitirme el menor fallo. Hubo algún momento crítico como cuando Alí se metió a escalar por una zona de rocas heladas, pero sabía que no se me podía escapar esta oportunidad. Apostamos y al final nos salió bien. La bajada fue incluso más delicada y peligrosa. La pendiente debe tener unos 55º de inclinación, no llevábamos cuerda y sólo un piolet. Sabíamos que podíamos matarnos así que en mi cabeza sólo había lugar para hacerlo bien y no fallar. Sólo aflojé la tensión cuando llegué a la cumbre y pude ver el K2 en el horizonte, perfecto como una pirámide. Sólo entonces fui feliz. Allí los tenía: el K2, el Broad, los Gasherbrum, el Hidden Peak, donde desaparecieron mis compañeros hace cuatro años… Luego miré abajo y vi una inmensa explanada de nieve, la famosa Meseta de Plata donde se produjo la tragedia de los alemanes de 1932. Al principio no la reconocí, pero viendo las fotos todo cuadra. Sólo ahora empiezo a disfrutar realmente de la cumbre.

—Y ya más tranquilo, ¿qué clase de pensamientos pasan por tu cabeza?

—Ahora recuerdo la dureza de estos cinco últimos años, fracasos y amarguras como el del Hidden Peak, la bajada de 2015 cuando ya la teníamos al alcance de la mano, o alegrías como cuando estuvimos juntos en el Laila, contigo, con Ramón Portilla, Juanjo San Sebastián, Alvarito, Mariano, David… Sebas, es demasiado pronto para darme cuenta de lo que hemos conseguido. Me alegro por mi familia de Málaga, la familia de Igone, mi novia, que me ha acompañado en el campo base, junto a los pakistaníes que están con nosotros, el cocinero, los ayudantes, los policías que han subido con lo justo a protegernos... El otro día, antes de salir para la cumbre, uno de esos policías nos dijo: ‘A ver si subís ya de una vez para dejar de venir aquí en invierno, que pasamos mucho frío’. Y se echaron a reír. Ya le he dicho que nuestra parte la hemos cumplido.

—¿Qué piensas hacer?

—Pues nos lo vamos a tomar con tranquilidad, no vamos a cambiar los billetes, nos iremos con Alí a Skardú a disfrutar de su recibimiento, para ver a nuestros amigos comunes, como Hanif, Karim, Sher Alí…

—Me refería a tus planes de futuro. Ahora ya sólo queda el K2 como el último reto pendiente del himalayismo. ¿Piensas ir al K2 en invierno?

—Ahora mismo, amigo, sólo pienso en volver a mi casa y en disfrutar de lo conseguido. Luego, ya veremos.