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Denver Broncos 20 - New England Patriots 18

Denver y la defensa de Broncos destrozan a los Patriots de Brady

Von Miller, en un partido inolvidable, se comió al quarterback de New England, que en los últimos instantes aún pudo haber empatado con una conversión de dos.
Patriots-Rams: el Super Bowl con menos puntos de la historia

Actualizado a
Tom Brady fue durante todo el partido incapaz de mover el ataque de los Patriots por culpa de la presión de la línea defensiva de los Broncos.
EZRA SHAWAFP

Los Broncos ganaron a los Patriots 20-18 en un partido maravilloso de la defensa de Denver, pero más increíble aún que el encuentro, fue la noche esotérica que vivimos en la redacción de AS, en la que quisimos anticiparnos a lo que iba a suceder, y terminamos con los pelos de punta y haciéndonos cruces.

Antes de empezar el partido entre los de Denver y los de New England, nos fuimos a una pollería, y compramos una gallina clueca sin pelar, que convenientemente envuelta llevamos a la redacción del periódico para que una vieja druida, originaria de Caledonia, leyera sus entrañas y nos dijera quién iba a ganar el duelo.

La insigne adivina cogió un cuchillo de obsidiana, agarró a la pobre ave, le dio un corte certero y se puso a leer interesadísima. Después de unos minutos de tenso silencio, afirmó con rotundidad: “antes del descanso, el hermano de aquel al que le falta un aire habrá atravesado en dos ocasiones el corazón de sus enemigos. Y el servidor de la diosa de la belleza habrá visto cómo le roban en dos ocasiones su bien más preciado”.

Toma castaña. Los que observábamos la operación quirúrgica nos miramos estupefactos, volvimos a escudriñar a la vieja bruja, nos asomamos al destrozo de tripas que había formado, y le preguntamos con incredulidad: “Estimada señora, está usted segura que no ha leído la gallina al revés”. A lo que la mujer, llamada Gertrudis, respondió con otra mirada interesada a la gallina durante otro medio minuto largo: “No, la gallina está del derecho. Es más, los efluvios me confirman que el servidor de la reina de la belleza se lamerá sus propias heridas, porque sus escuderos no podrán protegerle”.

Ante tal sarta de incoherencias, me di la vuelta para hacer el comentario lógico: “¿de donde habéis sacado a esta tipa?” Y amablemente le agradecimos los servicios prestados, y la acompañamos a la salida donde la despedimos con un fuerte abrazo. “Esta individua no tiene ni puñetera idea de lo que habla”…

Pero visto lo visto durante dos cuartos completos, durante el descanso nos fuimos corriendo a buscarla para que volviera y siguiera leyendo la gallina un rato, porque era evidente que se le daba muy bien la cosa. Y por suerte la encontramos.

“Así que queréis que siga leyendo, eh, majetes. ¿Ya no os parecen tonterías? Estáis a una impertinencia más de que os mire con el ojo de cristal”.

“Vale, vale, señora tiene toda la razón, pero póngase a leer deprisa, antes de que se reanude el partido”, dijimos mientras sacábamos la pobre gallina de la basura, toda despatarrada, y se la poníamos encima de la mesa.

Gertrudis puso el culo en pompa, se volvió a asomar sobre la gallina, metiendo sus narices casi como si fueran un bisturí, y se adornó aún más teatral que antes, viendo el éxito de sus premoniciones. Después de varios “¡Hummm!” y “¡Aaahhhh!” que nos sobresaltaban mientras las luces se apagaban sin que nadie tocara el interruptor y un brillo iluminaba su cara, levantó la mirada con los ojos en blanco y una mueca de dolor, y gritó en un aullido desgarrador: “¡Loa a Von, hijo de las tinieblas, señor de Miller! ¡Destructor de líneas y demoledor de cañoneros! ¡Señor del corazón del campo y maestro de la devastación! Tú solo aniquilaste a la bestia que decían indestructible. Y diste aire al que gobierna el ataque con muletas”.

Entonces se hizo el silencio y sonó un trueno mientras nos hacíamos popó. Y la vieja adivina, tras coger aire con dificultad, continuó mientras clamaba al cielo: “Y el hijo de Ander correrá treinta porciones, como ya hizo hace dos lunas, para que los caballos desbocados puedan dar la puntilla a sus enemigos en una batalla que casi siempre será más sangrienta cuando los amantes de su tierra tengan el trasero pegado al desfiladero”.

A esas alturas, los seguidores de los New England Patriots gemían, desesperados, mientras se abrazaban intentándose consolar y se les escurrían los mocos entre la lluvia de lágrimas.

Entonces la bruja lanzó el bramido más inhumano que en el mundo ha sido. Y se nos heló la sangre en las venas. Y explicó: “Pero los enamorados de su tierra tendrán tres últimas embestidas para sobrevivir. La ambición les perderá en las dos primeras, cuando no querrán usar los pies, que casi siempre han sido una de las mejores armas de su ejército y esta vez se convertirán en su maldición. En la tercera, a la desesperada, cuando ya haya pasado el momento en que el reloj se muere, el servidor de la diosa de la belleza se echará en brazos de su mejor amigo, el gigante vikingo que es feliz en una roulotte, para quedar a dos pasos de la resurrección y del resurgir del señor del mundo oscuro”.

Justo en ese instante los seguidores de New England Patriots mutaron su rostro destrozado con una pequeña luz de esperanza.

La bruja, hizo un parón en su discurso y nos dejó con el corazón en la boca, esperando la conclusión del fatídico momento. Volvió a mirar el interior revuelto de la gallina, levantó la mirada, la recorrió por todos nosotros, mirándonos uno a uno a los ojos fijamente y, de sopetón, de esa manera inesperada como los practicantes te ponen la vacuna del tétanos, nos espetó: “¡¡¡PERO FALLARÁN LA CONVERSIÓN DE DOS PUNTOS Y PERDERÁN!!!”.

Y la vieja soltó una carcajada, nos dio un corte de mangas, se quitó la capa que la cubría y todos pudimos ver una camiseta naranja con el número 18. Gritó “¡¡¡VIVA EL YAYO!!!” y se fue corriendo a celebrar que sus Denver Broncos iban a jugar la Super Bowl después de llevarse por delante con un planteamiento defensivo magistral a los favoritísimos New England Patriots 20-18.