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TRIBUNA LIBRE

Mi experiencia en el Raymond James Stadium de Tampa

El fútbol americano se puede disfrutar de muchas maneras pero todos estamos de acuerdo en que no hay nada como verlo en el propio campo.

Una imagen del precioso Raymond James Stadium en Tampa, Florida.
Al MesserschmidtGetty Images

El pasado 8 de Noviembre, un hombre de 33 años lloraba como un niño en un estadio de football. No se había producido una victoria épica. Ni una derrota rocambolesca, al más puro estilo de los Browns.

Tampoco estaba emocionando por el himno americano (a pesar de que es un momento espectacular) ni por hallarse a 6000 kilómetros de su casa en A Coruña.

Bueno, en realidad por esto un poco si. Pero sobre todo, porque esos 6000 kilómetros eran la distancia que separaba un sueño infantil del maravilloso momento que estaba viviendo.

Por fin, tras ser aficionado de los Buccaneers desde el año 2000, tenía la oportunidad de estar en el Raymond James Stadium de la ciudad de Tampa.

Y ahora, os voy a relatar mi experiencia por si alguien quiere vivirla por si mismo.

Para empezar diré que no tiene nada que ver el asistir a un partido en USA, que las International Series.

El estadio de los Bucs afrontará una exhaustiva renovación de cara a organizar la Superbowl en 2019 o 2020.
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El estadio de los Bucs afrontará una exhaustiva renovación de cara a organizar la Superbowl en 2019 o 2020.Rob FoldyGetty Images

Éstas son geniales, y tuve la "suerte" de ver a mis Bucs dos veces en Wembley (vaya palizas nos llevamos).

Pero ver el partido en un estadio americano... ¡Amigos, es otra cosa!

Para empezar, en el caso de Tampa, y puesto que no hay vuelos directos desde España a la preciosa ciudad del Golfo de México, la opción más razonable será volar a Miami, aprovechar para hacer un poquito de turismo, y desplazarse a Tampa (unas 4 horas en coche) para ver el partido (y más, porque estoy gratamente sorprendido con todo lo que ofrece el área de la Bahía).

El día del partido, y a pesar de que Florida en general no es el lugar del mundo con los fans más calientes, se respira ambiente por las calles de la ciudad. Todo el mundo con su camiseta (aún priman los Brooks y los Sapp sobre los McCoy y David) y todo el mundo hablando sobre el partido.

Eso si, también aficionados de los Giants a montones.

El estadio está bastante accesible y cercano al Downtown, en una zona de casas bajas con jardines.

Quise llegar pronto, pues no sabía como iría el tema de aparcar, y descubrí que había largas colas 3 horas antes del partido para entrar en los aparcamientos oficiales del estadio. Y eso que allí solo pueden aparcar los poseedores del pase de temporada.

Entonces...¿Dónde demonios aparco yo?

La respuesta es sencilla. En cualquier parte. Y a un módico precio. Si acudís a Tampa a ver la NFL (o algún concierto) comprobaréis como absolutamente todos los habitantes de la zona más próxima al estadio, os ofrecerán su jardín para aparcar por 10 o 20 dólares (en función de la cercanía al coliseo bucanero).

Las cheerleaders de los Bucs añaden colorido a los partidos en Tampa.
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Las cheerleaders de los Bucs añaden colorido a los partidos en Tampa.Scott CunninghamGetty Images

Dejo el coche en una de las zonas de 10 euros, y me doy un breve paseo de 10 minutos bajo el sofocante calor de Florida disfrutando del olor de las barbacoas que compartían aficionados de ambos equipos (igualito que en nuestro fútbol europeo).

Un grupo de música en directo amenizaba la espera en los aledaños del estadio, mientras yo me compraba todo tipo de merchandising de mi equipo, siendo la estrella de mis compras la camiseta de Gerald McCoy .

Os recuerdo que para entrar en un estadio de la NFL, no podéis portar mochilas o bolsas que no sean transparentes, y, a pesar de que amenazaba tormenta (como en cualquier día de otoño en cuanto cae la tarde), tampoco paraguas.

Tras un exhaustivo control de seguridad, por fin entro al Raymond James Stadium. ¡Qué pasada! Está claro que ya no es el más moderno de los estadios NFL, pero aún así es una auténtica pasada.

Música a todo volumen, enormes pantallas, restaurantes de todo tipo, tiendas de recuerdos y equipaciones de los Bucs, cheerleaders y los jugadores calentando con recepciones imposibles.

A pesar de faltar más de una hora para el inicio del partido es imposible aburrirse. De hecho, estoy como un niño en la Noche de Reyes.

Antes del partido, la presentación del equipo visitante, con división de opiniones (repito, mucho newyorker en Tampa) y del equipo local, con enorme espectacularidad, su humo, sus llamaradas y todo lo que hemos visto mil veces en las retransmisiones.

Y entonces, parafernalia americana. He elegido la semana del Veterans Day para ver mi primer partido, asi que tras presentar al legendario Buzz Aldrin, que está en el estadio, tres paracaidistas saltan de un avión y aterrizan en el centro del campo. La verdad, es un espectáculo impresionante. Los estadounidenses son únicos montando la fiesta.

Y por supuesto, el momento himno. Cinco tipos a los que no conozco de nada entonan el Star Spangled Banner, y en el momento álgido, murmullos. Un enorme avión de combate junto a dos helicópteros, sobrevuelan el estadio. ¡Un puñetero avión y dos Black Hawk!

El quarterback de Tampa Bay Buccaneers, Jameis Winston, tienen ilusionados a los aficionados de los Bucs.
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El quarterback de Tampa Bay Buccaneers, Jameis Winston, tienen ilusionados a los aficionados de los Bucs.Kim KlementUSA Today Sports

La verdad es que ahí, me emocioné y no pude contener la lagrimilla. No soy estadounidense, y bastante poco amante del belicismo, pero ahí fui consciente de donde estaba, y de que estaba cumpliendo uno de mis sueños de niño, y no pude evitarlo.

Miré a mi alrededor avergonzado, pero claro. Eran más los que lloraban (por motivos distintos a los míos) que los que no, y siendo rubio y de ojos azules, la verdad es que nadie se fijo.

Comienza el partido. En realidad, es lo de menos (seguro que si mis Bucs hubiesen ganado, me explayaría más), pero si diré que Jameis Winston tiene pinta de estrella, y su vuelo sobre la end zone para recortar distancias en el último cuarto, fue justo debajo de donde me encontraba, y consiguió ponerme la piel de gallina.

Al igual que los cañonazos que el emblemático barco. Por fin los vivía en directo. Otra lagrimilla.

Acaba el partido. Los aficionados Giants encantados, los Bucaneros disgustados, y yo, el más feliz de todos, porque había hecho realidad mi sueño de la infancia.

Ah, por cierto. Al final si que llovió. Vaya si llovió, y el Raymond James no tiene ni una sola grada cubierta.

Pero a 30 grados, y eso que el partido acabó de noche...la verdad es que se agradecía.

Lo peor, derrota al margen? El infernal tráfico de la ciudad de Florida.

¿La noche, la lluvia, el tráfico y la derrota? Nimiedades en comparación con lo que viví aquel 8 de noviembre de 2015, y que seguro que nunca olvidaré.