Joe Girardi es un hombre muy familiar dentro de la MLB
Los últimos días han sido muy especiales y en especial para Joe Girardi, un hombre que valora a la familia por encima de todas las cosas.
El cuarto jueves de noviembre se celebra la fiesta más importante del calendario estadounidense, el Día de Acción de Gracias. Se trata del evento familiar por excelencia en el que, como manda la tradición, familiares y amigos se reúnen en torno a una mesa para agradecer todo aquello que les ha acontecido durante los últimos 365 días.
A pesar de ser un día relacionado con el fútbol y con el desfile de Macy en Manhattan, la MLB consultó entre jugadores y entrenadores acerca de sus costumbres en un día tan especial. Como no podía ser de otra manera, el pavo relleno, la salsa de arándanos y el pastel de calabaza aparecían en casi todas las respuestas. Sin embargo, alguien contestó algo distinto, el manager de los Yankees Joe Girardi, que recordó un plato de mantequilla, gelatina de fresas y crema de queso y nata que hacía su padre. Y es que el padre de Joe Girardi ha estado siempre muy presente en su vida.
Jerry Girardi era albañil de profesión e inculcó a sus cinco hijos la cultura del esfuerzo y los valores familiares. El esfuerzo mereció la pena porque entre ellos hay dos médicos, un contable, un profesor de matemáticas y un manager de los New York Yankees.
Joe Girardi jugaba al fútbol americano en la universidad, de ahí que su oficina en el Yankee Stadium esté adornada con cascos de futbol firmados, y decidió cambiar al otro deporte que desde pequeño le había fascinado, el béisbol. La decisión la consultó con su padre y éste le apoyó. En 1984, después de un partido de la liga de verano universitaria, Jerry Girardi llamó a su hijo para decirle que Ángela, su madre, había empeorado de su enfermedad. Joe condujo toda la noche para llegar al lecho de muerte de su madre. “No me olvidéis” dijo ella antes de fallecer.
Girardi que además de una gran carrera como jugador, como atestiguan sus tres anillos de campeón y su participación en el partido de las estrellas, ha tocado el cielo dirigiendo desde el banquillo, siempre ha antepuesto ser mejor padre que entrenador. Jamás ha criticado a los miembros de su equipo y abrió el vestuario a los hijos y a las hijas de los jugadores. “Mientras yo esté aquí, los Yankees serán un club familiar” declaró a la prensa.
Durante un partido de preparación en Cleanwater, Florida, Girardi observó que detrás de su banquillo un hombre mostraba un cartel que decía “Por favor, no olvidéis a Steven E. Smith”. Steve E. Smith era un fanático de los Yankees que, con 24 años, había perdido la vida en un accidente de tráfico y el hombre que llevaba el cartel era su padre. Girardi lo invitó al campo, le firmo el cartel y pidió a todos los jugadores que hicieran lo mismo.
En el año 2012 los Yankees viajaban en autobús hacía Penn Station para coger un tren que les llevaría a Baltimore, cuando Girardi se enteró de la muerte de su padre. Se puso las gafas de sol para que nadie pudiera ver sus lágrimas. Y es que Jerry Girardi estaba enfermo de Alzheimer. Cuando el equipo viajaba a Chicago para jugar contra los Cubs o los White Sox, Girardi alquilaba un coche y conducía 250 kilómetros para pasar una hora con su padre en la residencia en la que estaba ingresado.
Al entrar en la habitación siempre le decía “hola papá” y al marcharse “te quiero, papá”. Al final ya no le conocía ni recordaba nada de aquella historia familiar en la que una tarde de verano de 1974, el pequeño Joe fue al Busch Stadium de St. Louis con su tío a ver un partido entre los Cardinals y los Expos. Bob Baley le lanzó una bola al pequeño Joe y a éste se le cayó. Baley se la volvió a entregar de manera discreta y le dijo “si quieres la pelota, tienes que aprender a cogerla”. Consejo que Girardi nunca olvidó.
Jerry Girardi tuvo un entierro con la bandera de las barras y las estrellas sobre su ataúd, acorde a su condición de veterano de la Fuerza Aérea de la guerra de Corea.
Joe Girardi, al que Gay Talese calificó como la moderada voz del medio oeste entre la chillona de Nueva York, siempre tiene presente a su padre y aquel plato tan especial que él elaboraba el Día de Acción de Gracias.