CHICAGO BEARS 20 - MINNESOTA VIKINGS 23
Los Bears pierden porque no pueden hacer otra cosa
El equipo de Chicago cae ante los Minnesota Vikings en el último suspiro porque esta temporada está destinada a ser una catástrofe para los de Fox.
Decía el Maki Navaja que el destino es un malnaciado y que si estabas predestinado a fracasar fracasarías. Y, encima, si resulta que eres un inútil, pues peor aún, claro, que eso ayuda mucho al destino. Es una sensación que tienen que tener en los Chicago Bears en esta temporada, porque no es ni medio normal el partido que han perdido por 23 a 20 contra los Minnesota Vikings. O es la providencia o esto no tiene ninguna explicación.
Porque entrando en el último cuarto los Bears podían presumir de haber dominado, si bien a los puntos, un partido duro y peleado. Sus siete puntos de ventaja, a falta de poco más de dos minutos, reflejaba con justicia lo que había sido la batalla.
Jay Cutler había estado en su modo más agradecido. Las lesiones de Matt Forte y Eddie Royal habían dejado su ataque, ya de por sí anémico, en los huesos. La protección no era gran cosa, pero Cutler, que está jugando un football más que digno a lo largo de todo el año, encontraba a Jeffery con asiduidad. De hecho, el receptor llegó a las 116 yardas.
Incluso, en una jugada de carácter, esa cuya ausencia tanto le han achacado, consiguió un touch down de carrera por sí mismo jugándose el tipo.
Aunque fuese a tirones, con drives más heroicos que sensatos, el equipo de Chicago dominaba porque su defensa cumplía con su parte de una manera muy similar. No fueron definitivos, ni inabordables, pero obligaban a los Vikings a esforzarse por cada yarda y a completar incómodos terceros downs.
Era Adrian Peterson el que llevaba el peso de ese renqueante ataque. Como debe ser. No tiene la explosividad de los viejos buenos tiempos, pero si la capacidad para arrancar más yardas de las que indica la jugada con algún quiebro que le permita sacar dos o tres de más en cada acarreo.
Pero, con todo, el partido lo decidió, al menos parcialmente, Stefon Diggs convirtiendo lo que era un pase al medio del campo, casi inane, de Teddy Bridgewater, en un jugada de touch down gracias a un quiebro monumental. Fuller, hasta el momento, había sido capaz de limitar a la joven promesa de los de Minnesota. En un gesto de pura clase desestabilizó a toda la secundaria y, después, su aceleración hizo el resto. Empate y dos minutos escasos por jugar para los Bears.
Cuatro jugadas después estaban ejecutando un punt. El proverbial gusto conservador de John Fox jugó, como tantas veces, en su contra y devolvió el balón a unos Minnesota Vikings más jóvenes, audaces y con un entrenador, Mike Zimmer, con mayor hambre. En apenas un suspiro se metieron en el rango de field goal de su kicker, Blair Walsh, que remató el partido.
Y es que cuando estás para perder, pierdes. Aunque juegues mejor. Aunque limites a tu rival. Aunque superes lesiones y todo esté a tu favor. Da igual. Los Chicago Bears están en una de esas temporadas en las que nada sale y las derrotas se acumulan. Justo al contrario que los Minnesota Vikings, que salen de esta trampa reforzados por sus ganas, su espíritu competitivo y su capacidad para salir de situaciones problemáticas, pero cuyo juego no grita, precisamente, que estemos ante unos candidatos a la Super Bowl.