Tragedia en Inglaterra: está eliminada de su Mundial
Australia pasó por encima del XV de la Rosa en Twickenham (13-33) y deja fuera a la anfitriona. Foley, 10 australiano, fue su pesadilla: 28 puntos.
Inglaterra está fuera de su Mundial. De un Torneo que organiza y que lleva esperando durante años, soñando con una final en la que derrotaba a Nueva Zelanda, en Twickenham, ante más de 80.000 espectadores. Ese sueño es ya una pesadilla. El escenario es el mismo, la Catedral del Rugby, y en dicho estadio perdió ante Gales (25-28) y Australia (13-33) firmando Inglaterra la página más negra de su historia. Si Wilkinson sentenció a los Wallabies con aquel drop en la final de 2003, el apertura australiano Foley fue el encargado de ejecutar a Inglaterra firmando 28 de los 33 puntos de su equipo.
Los nervios se apoderaron de los ingleses desde el primer minuto. Imprecisiones, mala defensa, ¿demasiada presión? No debería para una candidata al título. Atenazados, los hombres de Lancaster vieron como a las primeras de cambio Foley abría la cuenta. Cuando Farrell igualaba con otro golpe había motivos para creer. Pero antes del descanso los Wallabies iban minando. Dos ensayos del apertura, en grandísimas jugadas lanzadas a la mano, y sus correspondientes transformaciones ponían el 3-17 al descanso.
La cara de Lancaster era un poema. Espabiló algo cuando el XV de la Rosa redujo diferencias. Twickenham, con el Príncipe Harry gritando como uno más, llevó a sus chicos a pasar del 3-20 al 13-20 en un suspiro con el ensayo de Watson y dos pateos de Farrell. Pero el propio Farrell se cargó el partido a 10 minutos del final. Un placaje sin balón sobre Giteau le costó la amarilla. Y en esa jugada Australia recuperó la ventaja de seguridad (13-23). Lo peor, que en la grada nadie creía en su equipo y los vomitorios veían desfilar a gente que durante años soñaba con este Mundial.
Ya en superioridad Australia se gustó todavía más. Otro pateo de Foley, el ensayo de Giteau en el 79 y otra patada del apertura para sumar 28 a su cuenta. Inglaterra se va a casa, humillada. Y deberá vivir una semana de vergüenza (le queda un partido de grupo ante Uruguay). Encima verá como Gales, eterna rival, y Australia se juegan el liderato del grupo el próximo sábado en Twickenham, su casa, la Catedral del Rugby. Profanada no por los rivales sino por el estilo de juego que ordenó un Stuart Lancaster que debería abandonar el cargo nada más acabar el Mundial.