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Arizona Cardinals 47 – San Francisco 49ers 7

Los Niners no pusieron ni ganas contra unos Cardinals temibles

Cuatro intercepciones de Kaepernick, y una falta preocupante de ideas, sepultan a unos 49ers que fueron humillados por unos Cardinals imparables.

Colin Kaepernick disputó uno de sus peores partidos como quarterback de la NFL.
Matt KartozianUSA TODAY Sports

Eran niños jugando contra profesionales. Un grupo de amigos que fueron a pasar la tarde en un solteros contra casados y se vieron embestidos por una estampida de bisontes. Los 49ers no fueron ni rivales. Ni siquiera parecieron un equipo de la NFL. Hubo un momento en que dio la sensación de que les daba pereza placar, correr, jugar. Y fue sorprendente que los Cardinals no sacaran a sus suplentes de sus suplentes desde después del descanso. Con ellos habría sido suficiente para ganar el partido y habrían protegido a todos sus titulares de una posible lesión, que es el mayor mal que puede frenar en seco a un equipazo como éste.

Algunos me diréis, “pero cuéntanos el partido”. ¿Partido? ¿Qué partido? Kaepernick fue interceptado para touchdown en su primer intento de pase. Kaepernick fue interceptado para touchdown en su cuarto intento de pase. No habíamos llegado a la mitad del primer cuarto y Kaepernick ya había ganado el partido para Arizona. En el segundo cuarto lanzó otra intercepción y completó el póker con otra en su primera jugada después del descanso. Al final del tercer cuarto llevaba 5 completos de 10 intentados para 33 yardas. Eso sí, un touchdown de carrera en 7 intentos para 46. Mejores números de carrera que de pase, dentro de lo lamentable, para un jugador al que se le acaba el crédito incluso en un sistema ofensivo creado a su imagen y semejanza.

Ante la inoperancia ofensiva, la defensa se dejaba llevar. Los Cardinals ganaban 31-7 en el descanso sin apretar el acelerador. Dejándose llevar. Fitzgerald y Palmer confirmaban que su conexión de viejos rockeros está de moda en la NFL e incluso Chris Johnson volvía a conseguir unas buenas estadísticas después de tanto tiempo. Pero todo eso fue lo de menos. Lo que había enfrente era tan triste, estaba tan deslavazado, tan descompuesto, tan roto, que la victoria de los Cardinals no se podía firmar con gloria y entusiasmo, sino con lástima. Como si el partido nunca hubiera debido celebrarse, porque uno de los secretos del deporte es la competitividad que aquí nunca existió.

Por si a alguien le interesa, el simulacro terminó 47-7 porque en los últimos minutos los Cardinals quisieron hacer sangre, humillar. Y no sería justo echárselo en cara. Ellos, al menos, se vestieron para jugar al football americano, algo que sus ¿rivales? ni siquiera parecieron intentar.