La sorpresa Japón se pone a prueba frente a Escocia
El triunfo de los nipones ante Sudáfrica le convierte en la atracción de este Mundial 2015. En su plantilla hay 11 nacionalizados.
Se ha convertido Japón en la gran atracción, inesperada a todas luces, de este Mundial 2015 de Rugby. Había disputado todas las ediciones hasta la fecha, gracias a su condición de potencia en la débil conferencia asiática, pero no fue hasta el triunfo del pasado sábado ante Sudáfrica en Brighton (32-34) cuando los nipones llamaron realmente la atención (más allá de que se la conociera por ser la organizadora del Mundial de 2019). Sus números antes de ese choque lo decían todo: 24 partidos en Mundiales, 21 derrotas, dos empates y sólo un triunfo, ante Zimbaue en 1991. El dilema reside en si la hazaña del Sol Naciente será algo aislado, una tarde gloriosa dentro de la historia del deporte oval, o si tendrá recorrido. Algo así como los Pumas de 2007 (Argentina batió a Francia dos veces y logró el bronce) o, traducido al ámbito futbolero, la Camerún de Roger Milla en Italia 90. De momento, esta semana subió en el ranking World Rugby al puesto 11, todo un hito.
Japón se enfrenta este miércoles (15:30 horas) a Escocia, en teoría la segunda favorita del grupo en el acogedor Kingsholm de Gloucester. Y el milagro del Sol Naciente tiene un reto ante sí. Confirmarse y acaparar todo el protagonismo del planeta o que la gente reduzca su hazaña a que Sudáfrica pudo tener una mala tarde (aún peor de las que acostumbra últimamente) y que a Japón le salió todo. La Escocia de Cotter, que debuta hoy, no está para sustos y saldrá desde el primer minuto a tope frente a la motivada cenicienta. De hecho en la reciente Pacific Cup quedó cuarta tras Fiji, Samoa y Tonga (sólo rebasó en la tabla a Estados Unidos y Canadá).
Pero Japón no tiene a los mejores jugadores del planeta. Apenas son conocidos mediáticamente el mediomelé Tanaka, tan diminuto como inteligente (acaba de ser campeón del Super XV con los Highlanders), o el pateador Goromaru. En el país nipón luce el entrenador Eddie Jones, nacido en Tasmania (Australia) pero con sangre japonesa como desvelan sus rasgos orientales. Jones, que llegó a estudiar el método de trabajo de Guardiola en el Bayern, logró el subcampeonato mundial con su país natal en 2003 (la final perdida ante la Inglaterra de Wilkinson) y este Mundial es su gran colofón. Japón cuenta con una Liga que parece querer pasar de cementerio de elefantes a competición en expansión, al más puro estilo de la Major League Soccer con el fútbol en Estados Unidos. Japón tiene nacionalizados, salta a la vista. Cuenta con 11 (los mismos que Escocia y sólo uno más que Francia y dos que Australia, por ejemplo). Samoa llega al Mundial con 13 foráneos y Tonga y Gales superan a Japón con 12. Son siete neozelandeses (Thompson, Broadhurst, Ives, Leitch, Tui y Sau), dos tonganos (Holani y Mafi), un australiano (Wing) y un sudafricano de padre japonés: Matsushima.