Hard Knocks, capítulo 4: El lado humano de los Houston Texans
Hay una reacción común a todos los que se acercan por primera vez a Hard Knocks: ¿Por qué se pasan tanto tiempo siguiendo a jugadores sin importancia? La respuesta es que la serie está concebida como una unidad, en sus cinco capítulos, y que toda historia merece su presentación, nudo y desenlace. Por eso, cuando llegan el penúltimo y el último episodio de cada temporada queda muy claro el por qué de esa paradoja: porque ahora son los más interesantes.
Es cierto que al comenzar la serie uno puede esperarse momentos estelares de J.J. Watt, Vince Wilfork, DeAndre Hopkins y demás estrellas del equipo, y hemos tenido nuestra ración de ellos, por ejemplo el propio Wilfork vestido de muy extraño vaquero en este mismo capítulo, pero la realidad es que las historias que se pueden contar de ellos son limitadas, muy exploradas y poco emocionantes.
Que diferencia, sin embargo, con los chicos que están al borde entrar en el equipo, en la plantilla de 53. Con ellos te aseguras drama, alegrías y tristezas, cuando llegue la hora de la verdad, la hora de los cortes. Y si hemos seguido a estos muchachos hasta sus casas, o su pasión por los calcetines, sus ansias y sus momentos bajos... entonces es cuando descubrimos el lado humano de la NFL, de los Houston Texans, y el verdadero sentido de Hard Knocks que, en el fondo, tiene menos que ver con el football de lo que parece y más con lo que de verdad hace grandes a las historias: los sentimientos.
El episodio empieza con Bill O'Brien diciendo a sus muchachos en el medio del campo, en un entrenamiento, que son el equipo "casi", que "casi" hace las cosas, que "casi" llega a playoffs. El resto del capítulo es una extensión de esa misma idea.
Travis Labhart casi consigue que su amigo E.Z. aprenda a pescar y casi consigue no ser cortado; pero la verdad es dura: sus condiciones físicas no le dan para la NFL. La primera escena del chico, con su mujer en un lago, es esencial para dotar de poder emocional el momento de su corte. Y, por lo mismo, la escena final en el mismo lago, con la mirada de consuelo de su chica, mientras patea el agua con resignación, cobra sentido.
Charles James casi consigue un touch down como corredor, a pesar de ser cornerback, y casi recibe la confirmación de que estará en el equipo hasta que O'Brien le dice que lo tendrá muy duro.
David Quessenberry casi consigue volver a jugar al football tras superar un cáncer. Lo vemos siendo abrazado por todos, puesto de ejemplo por el dueño de la franquicia, Bob McNair. Pero el entrenador le dice que en 2015 no jugará.
El línea Aaron Adams casi consigue no llorar cuando O'Brien no sólo le indica que está cortado sino que le espera un brillante futuro... fuera del football.
No esperéis menos de la última semana, la que viene. Hemos seguido a un montón de muchachos de los que no sabíamos nada y queremos saber como acaba su historia. Para bien o para mal. Y la HBO volverá a demostrar de que va Hard Knocks que no es, desde luego, sobre football sino sobre las emociones que genera el football en sus protagonistas. Como en este emotivo, y muy bien armado, cuarto capítulo de la temporada 2015.