Russell Wilson sólo es la fachada conveniente de los Seahawks
Hay varios clichés deportivos que tengo atragantados en la psique desde hace años. No me preguntéis por qué. Seguro que algún psicólogo sería capaz de sacarme las entrañas mentales y decirme, con exactitud, de donde provienen mis fobias al respecto, pero si os soy sincero tampoco tengo ningún interés en saberlo. Lo que si os digo es que hay aspectos de los héroes atléticos en los que tanto tiempo de ocio ocupamos que me sacan de quicio: el niño bueno, el que se lleva el crédito de todo un equipo de manera individual, el que sonríe siempre, el que se empecina en su visión, el que me habla de fe para explicar asuntos físicos, el que pone la química del vestuario y las relaciones por encima de todo, el que cree en que las cosas se consiguen por echarle ganas, el que no se arrepiente de sus errores, el que dice aquello de que ante las adversidades se crece... pues, oye, parece que todos ellos los tiene Russell Wilson, QB de los Seattle Seahawks.
Para mí, Wilson es el niño bueno de las series de cómicas familiares de los años 80 y 90. Siempre había uno pequeño que era un poco más rebelde, un poco más trasto, pero el buenazo le ayudaba a encontrar su sitio y a amar a todos los seres vivos. Es como Emilio Aragón en Médico de Familia. Seré más cruel aún: Russell Wilson es Ned Flanders.
Y eso no tiene ninguna importancia en el aspecto personal, que ya me diréis lo que hay que decir ahí de nadie, pero sí que la tiene por lo que eso significa para los Seattle Seahawks, un equipo que ha sido, que es, legendario por sus chicos malos, por su football old school pata negra y en el que se ha convertido a Wilson en una muy conveniente fachada. Ni en el estilo de juego ni en la personalidad puede representar al grupo. Y, mucho más importante pues es lo que me ha llevado a escribir este artículo, tampoco es tan esencial en el juego como se nos hace ver. Ahí también es más fachada que cimiento, más máscara que realidad.
Empecemos con los datos. Los Seattle Seahawks han jugado la Super Bowl en las dos últimas temporadas. En el 2014 fueron la mejor defensa de la liga encajando tan sólo 254 puntos en toda la temporada; en 2013 aún menos, 231, y siendo está también la menor marca en la liga. Ese mismo año, 2013, son el cuarto mejor ataque terrestre de la liga, con 136,8 yardas por partido, y en 2014 el mejor con 172,6. ¿Os preguntáis por el juego de pase? Los 26, en el 2013, y los 27, en 2014, con 202,3 y 203,1 yardas por partido respectivamente.
O sea. Quiero decir. Volved a leer el párrafo anterior. Hacedlo de nuevo, por favor. Este juego es una gloriosa mezcla de equilibrios que hacen que no tenga sentido una parte del mismo sin cualquiera de las otras pero, en serio, la clave de este equipo es la defensa y el juego terrestre. Ya se que no son noticias nuevas precisamente, pero parece que hay que subrayarlo todas las veces cuando, mira tú por donde, no hay que hacerlo jamás para otorgarle a un QB el éxito de cada victoria de un equipo (frase patrocinada por la Cofradía Contra la Sobrevaloración del Puesto de Quaterback (CCSPQB), una logia secreta que algún día os presentaré en sociedad).
Sin embargo, al bueno de Russell Wilson, al excelente compañero y humilde líder, no le duelen prendas en decir, hoy mismo lo publica Sports Illustrated, que si volviera a la jugada definitiva de la Super Bowl XLIX haría exactamente lo mismo.
Igual recordáis de que jugada habla. Es un situación de goal line, en la yarda uno, con el partido en el último minuto, en segundo down, con un tiempo muerto, con un juego de carrera portentoso, con Marshawn Lynch detrás de él... y un pase que acaba interceptando Malcolm Butler, cornerback de los Patriots, para conseguir un título imposible.
Es ese tipo de reflexión el que me carga y me hace rechinar los dientes. Esa sensación de macho alpha que ha de resolverlo todo él me parece lo peor del seguimiento de este deporte, de este equipo. Porque, verás querido Russell, la definición de estupidez es hacer lo mismo una y otra vez esperando un resultado diferente. Para empezar la decisión no es tuya, sino de tu magnífico cuerpo técnico. Para seguir, 99 veces de cada 100 esa jugada es una carrera y, tras lo que pasó, 1.324.344 veces de cada 100 es una carrera. Y para acabar, ¿lo que buscas es ser el héroe, joven humilde y sonriente?
Es una pura injusticia todo esto. Si Marshawn Lynch hubiese corrido esa yarda y los Seahawks hubiesen ganado ese partido ¿sabréis quien habría sido el genio? Russell Wilson, por un pase a Kearse que es un golpe de suerte monumental. Como se habla de Wilson por el partido de la final de la NFC contra Green Bay y, bueno, os invito a revisarlo.
A esta forma de ver la vida, o el deporte, a esta capacidad para querer decidir el futuro de un equipo, cuando no eres ni de lejos la pieza más importante, cuando tu labor fue negativa en la derrota final y quieres repetir aún así, se le añaden sus historias religiosas, y es entonces cuando el cocktail se vuelve estomagante, y perjudicial para el equipo. Entendedme bien, me son indiferentes las creencias de cada cual, pero si piensas que hay un Dios dirigiendo lo que pasa en el campo, o curándote con agua bendita de tus lesiones (que también lo ha dicho), es probable que te comportes de manera temeraria dejandote caer en brazos de tu salvador. y, por lo tanto, dejando a tu equipo a merced de lo que la divinidad piensa de ti y tus rivales.
Es demasiado, es simplemente demasiado.
Russell Wilson es un buen jugador de football. Es un buen QB que está en un equipo que es mucho mejor que él, que tiene una defensa inconmensurable, un juego de carrera dominante, un staff técnico inteligente y una gerencia fantástica en la composición de la plantilla, la gestión del espacio salarial y el seguimiento (y drafteo) de promesas universitarias. Dado que el mercado es como es, se ha llevado una extensión de contrato multimillonaria que le da 87,6 millones por cuatro años, unos 22 millones por temporada. Y bien está, que, insistiré, el mercado manda.
Pero querer convertir eso en que este tipo merezca ser cosiderado algo más que la fachada amable, bien pensante y adaptada para todos los públicos de un equipo soberbio me indigna. Russell Wilson, tú no eres ni los cimientos ni la estructura de estos Seahawks míticos. Y, por tu Dios, si volvéis a una situación similar a la de la última jugada de la Super Bowl... dejas a los mayores que hagan lo que deben: dársela a Marshawn Lynch.