Robert Griffin III debe huir de los Washington Redskins
Hay tres puntos de apoyo esenciales en toda franquicia de la NFL: el general manager, el entrenador y el quaterback. No es que yo lo crea, o que me lo crea, es que es en realidad como funcionan las cosas en esta liga. Por encima de ellos está revoloteando el dueño; cuanto mejor sea, más alto volará, cual magnífico especimen de ave rapaz, y cuanto peor sea, más pegado a sus hombres estará en el día a día, cual periquito. Para que el grupo avance y sea estable en el tiempo, pues, se necesita que los tres puntos de apoyo vayan a una, con la misma dirección e intención, y que el dueño les vea trabajar desde muy arriba.
Nada de todo eso sucede en Washington y por eso los Redskins son serios candidatos a número uno del draft del año 2016. Porque es difícil que las cosas pinten peor acorde al esquema anteriormente descrito.
Ayer tuvimos una buena muestra de ello, y una de las últimas evidencia de que Robert Griffin III, RG3, el mito de Baylor, la leyenda tejana, el salvador de la franquicia, el tipo por el que se pagaron tres primeras rondas y una segunda a los Saint Louis Rams, no tiene más salida que huir de esta pesadilla paranoica en que se ha convertido su estancia en Washington. Nadie le quiere y él no quiere a nadie. No está en su mano el ser traspasado, pero sí el pedirlo, por los cauces correspondientes (a ser posible privados, algo con lo que no se puede contar en esa casa), y acabar con esta historia de una vez.
Para entender los hechos de esta semana hay que irse al segundo partido de pretemporada de los Redskins contra los Lions, hace un par de jueves. En un primer cuarto duro de ver, casi desagradable, la OL de Washington sucumbió ante la defensa de Detroit como si fuese porosa. Casi en cada snap los de azul de abalanzaban contra Griffin. En algún momento dio incluso la impresión de que el Qb no sólo estaba a disgusto con sus compañeros, con el campo, con el juego, sino con la misma vida que estaba llevando. Los inacabables rumores sobre sus malas relaciones en el vestuario, su incapacidad para el liderazgo acompañada de su muy notable capacidad para convertirse en una diva, parecían ponerse en fila en el emparrillado para mostrar a un tipo enojado con el mundo y harto de que le atropellasen.
Su entrenador, Jay Gruden, le mantuvo en el campo. Y no hay manera de entender esa decisión en un partido de mentira. Más si tenemos en cuenta que la marcha definitiva del campo del jugador se produjo entre declaraciones cruzadas, y muy imprecisas, sobre una posible conmoción cerebral.
El lunes siguiente RG3 entrenó, algo que no haría si hubiese sufrido una conmoción, con la aquiescencia de los médicos de la franquicia y el "a mí no me preguntéis de Gruden". El viernes un neurólogo independiente contradijo todo y a todos e impidió que Griffin jugase el partido de ayer debido al protocolo de seguridad con lesiones neurológicas. A la vez, y que nadie me diga que eso es casualidad, ESPN asegura que Kirk Cousins, QB reserva de los Redskins, será el titular de los Redskins en la primera semana de temporada regular. A pesar de que la NFL Network atempera la información con un "no está decidido aún", la noticia es una bomba que cae como tal en el entorno de la franquicia. Ka-boom, oigan, ka-boom en toda regla.
En absoluto se trata de una conspiración. No creo que Gruden fabricase la historia para sacarse de encima a RG3. Pero sí que tengo para mí que esta falta de comunicación, primero entre entrenador y jugador para explicar lo sucedido contra los Lions, y luego del staff técnico con los médicos, tanto los de casa como el independiente, ha servido de excusa para tomar una decisión que el entrenador tenía muy clara hace tiempo: es hora de pasar página.
Volvamos a la teoría de las tres patas de la franquicia. Un QB tendrá la confianza de un entrenador que le haya drafteado casi de forma incondicional; la tendrá porque su futuro está unido a él de forma poco menos que irremediable. No fue el caso de Mike Shanahan, que seguro que aún rumia su error, pero mucho menos lo será con Jay Gruden. Porque, en esencia, este no es "su chico". Él no lo eligió y si no es capaz de ponerse detrás del center y comportarse como el líder de este equipo, eh, no es culpa suya. El entrenador está deseoso de no poner su nombre junto al de RG3 porque las derrotas serán las del QB, que lleva más tiempo en la franquicia, que las de él.
Pero hay otro problema superior, que es que Scott McCloughan, actual general manager de Washington, tiene el mismo sentimiento con Gruden que con Griffin: "estos no son míos, estaban aquí cuando llegue" y, por lo tanto, el apoyo que pueden tener en él es limitado. Nada le gusta más a un general manager que aterriza en un equipo que poner a su propio entrenador y elegir en el draft a su propio QB. Y McCloughan, que de tonto no tiene un pelo, seguro que ya ha imaginado ambos escenarios.
Así pues, RG3 está jugando para un entrenador que no le escogió, que no quiere asociarse con él en las inevitables derrotas que llegarán y que quiere llevar al equipo sin contar con él. Además, tiene un general manager que quiere construir su propio equipo, lo que es incompatible con heredar errores del pasado y mantenerlos contra viento y marea: si vienen mal dadas se cortarán amarras con el entrenador y el QB.
La única salvación que le quedaría a Robert Griffin es la que tuvo en un principio: Dan Snyder, dueño de los Redskins. Este tipo fue el que, en modo periquito, le habló al oído, le llevó a cenar, le señaló como hijo adoptivo... y le hundió la carrera en Washington al convertirse en un repudiado por sus compañeros. Pero Snyder aprendió de ese error y ha decidido ser un ave rapaz, al menos de momento, y verlo todo desde muy arriba. ¿Cómo lo sé? Pues porque cuando elije a McColughan están mandando un ultimatum muy evidente a los que están por debajo de él.
Es por eso que creo que Robert Griffin III no tiene futuro en los Redskins y que lo mejor para todas las partes es su traspaso. No se cuanto talento real tiene el jugador para estar en la NFL, pero diría que sólo lo sabremos con certeza cuando toda esta polvareda se haya disipado.
Sólo una cosa no cuadra, no obstante, en todo este circo: ¿Por qué se amplió el contrato del QB por un quinto año, el que viene, con más de 16 millones de dólares de sueldo? ¿Acaso fue la última jugada de Snyder antes de dejar hacer a McCloughan? ¿La sensación de este de que su QB titular debería estar asegurado un año más incluso aunque no confiase en él? ¿Petición expresa de Gruden para ver como funcionaba el jugador con menos presión? No lo se, pero sí se que, a la vista de los resultados, fue un movimiento en falso.
Sea como fuere, es hora de que los Redskins abran la época McCloughan, esa en la que tendrá que fiarse de Cousins y Gruden para que lleguen las victorias... y si no lo hacen, poner a su propio entrenador y elegir un QB en primera ronda del draft del 2016. Vamos, como hacen todos los general managers nuevos.