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Deflategate: una historia que creció hasta perder su sentido

En 1869, Genaro Rodríguez y Eladio González vivían en Oseja de Sajambre, o en Mansilla de las Mulas, o donde usted, insigne lector, prefiera ubicarles, porque su historia ha sucedido en casi todos los pueblos del mundo. Genaro y Eladio eran grandes amigos. Jugaban la partida de tute cabrón todas las tardes mientras fumaban un cubano, se tomaban un carajito y departían sobre los últimos sucesos del pueblo, fueran éstos los que fueran.

Un día, Genaro le pidió a Eladio un poco de forraje, porque no tenía suficiente para sus cabras, pero éste último le dijo que no tenía ni para las suyas y le espetó un “no” rotundo. Después se arrepintió y pensó que por la tarde, durante la partida, le propondría a Genaro bajar juntos con el carro a Riaño a comprar alimento para las chivas, y todos contentos. Pero Genaro no fue a jugar la partida. Y era la primera vez en mucho tiempo. Esto a Eladio le sentó como un tiro, y él tampoco fue a tirar cartas al día siguiente. Así que Genaro, al que ya se le había pasado el enfado, se encontró compuesto y sin compañero de cartas… Una cosa llevó a la otra y, sin saber muy bien cómo, la amistad vino en inquina.

En 2015, en Oseja de Sajambre, o el pueblo que usted prefiera, los Rodríguez y los González no se hablan desde hace muchas generaciones. Nadie sabe muy bien el motivo. Unos dicen que un González forzó y desfloró a una Rodriguez durante la República. Otros, que en tiempos de Isabel II un Rodríguez quemó una casa de los González con toda la familia dentro.

No sé si os acordáis, pero allá por enero de 2015, en un partido de playoff entre los Patriots, once balones de los Patriots no tenían la presión mínima reglamentaria (12,5 psi), sino una media de 11,5. Un puñetero psi menos.

Hoy, Brady y Goodell están enzarzados en una Corte de Nueva York pegándose sobre no se sabe muy bien qué historia sobre competencias sancionadoras, que de los ‘pises’ ya no se acuerda nadie, con un ejército de abogados lanzándose dardos y pasando noches en vela mientras preparan la próxima batalla.

Como en Oseja de Sajambre.

No sé, quizá yo esté frivolizando sobre un tema importante, o quitando importancia a un asunto capital, pero… ¿En serio que un juez no tiene algo más importante de lo que preocuparse? 11,5 psi en vez de 12,5 psi. ¿O es que no va de eso?

Como ya sucedió en Oseja hace más de un siglo, cuando los vecinos aprovecharon el desencuentro para meter cizaña y cobrarse las deudas pendientes con uno o con otro, los medios de comunicación, algún ejecutivo, entrenador, o tipo que pasaba por allí, ha aprovechado para montar toda la bronca posible con el objetivo de que la bola creciera y se alargara, como un chicle, y hubiera un tema del que hablar durante toda la offseason.

¡Pero basta ya! ¡Que le den de una vez un atillo de forraje a Genaro y dejen la fiesta en paz! Aquí solo ha habido dos instantes de sensatez en muchos meses de chorradas. El primero llegó el día que el bueno de Robert Kraft anunció que se comía la sanción más fuerte sufrida por una franquicia en la historia de la NFL porque quería pasar página de una maldita vez. Un millón de dólares, una primera y una cuarta ronda para un club que en el informe Wells aparecía como no implicado en el (y lo digo sin reírme) desinflado de unos balones. Ni siquiera se trataba de una muñeca hinchable, que al menos hubiera tenido algo más de morbo (os recomiendo que leáis Wilt, de Tom Sharpe).

El otro momento de clarividencia lo tuvo el juez al que le ha tocado apechugar con el vodevil. Un tal señor Berman, que mandó a freír espárragos a Roger Goodell cuando quiso equiparar el desinflado de balones con el uso de esteroides. Porque vale que el consumo de pastillas de tal sustancia te convierta en un globo andante, pero hasta ahí llega la broma.

Parece que el juez dará carpetazo a la historia, sea la que sea, que se nos ha olvidado, el próximo 4 septiembre. Y todos agradeceremos que tome la decisión que crea más justa, pero lo realmente importante es que zanje de una puñetera vez la patraña que comenzó con 1 psd de diferencia y que ha convulsionado tanto la NFL que, irremediablemente, habrá un antes y un después en lo que se refiere a la aplicación de sanciones y las competencias de Roger Goodell.

Porque os recuerdo que el problema fue que unos balones que debían tener una presión de 12,5 psi solo tenían 11,5. Pero eso debió pasar allá por 1869, que ahora la degollina va de otra cosa.