Tim Tebow ya existe, no hay que inventarlo, perpetra en los Eagles
Tim Tebow salió al campo el pasado domingo, en el primer partido de pretemporada de los Eagles, en el minuto siete del tercer cuarto. Entonces se paró el mundo. Del todo. El público, que dormitaba aburrido en un típico partido de pretemporada mientras le daba lametones a un helado, despertó de sopetón y un runrún de expectación empezó a crecer en las gradas del Lincoln Financial Field. Primera jugada de la serie, carrera de Mostert. Segunda jugada, pase de Tebow. Completo. El acabose.
Cuando una plaza está volcada con un torero, celebra cada muletazo con un “¡¡¡bien!!!” emocionado de aprobación, que poco a poco se va contagiando por los tendidos y culmina con un clamor tras el pase de pecho que pone el punto final a la serie. Con Tebow sucedió lo mismo. Silencio absoluto antes de cada snap y clamor de aprobación tras cada pase completo. Cada vez más encendido. Primero fue un lanzamiento lateral a Ajirotutu. Muy suyo. A la remanguillé. Con una pierna por arriba y otra por abajo, la cadera donde Dios quiso y el brazo armado a su libre albedrío. Pero completo al fin y al cabo. Que con Tebow es lo que importa. El tremendismo exportado al football americano, con salto de la rana incluido.
Un completo a Tomlinson ya puso a algunos aficionados en pie.15 yardas y el cuerpo más compuesto. Muy en torero, o en quarterback, o en lo que sea. Y de inmediato un fumble marca de la casa que subió el corazón a la boca a gran parte de la afición, que ya se temía un enganchón con voltereta que hiciera peligrar el futuro del maestro. Química de la parrilla a la grada, del albero a los tendidos.
Y así transcurría la faena. Emoción en pretemporada. Locura colectiva. Antes de cada snap, cuando la grada espera en silencio, se alzaban voces aisladas que gritaban “¡Tebooooow!”. Solo faltaban las bragas volando por el cielo. Aunque quizá voló más de una. Y que nadie se escandalice, que no sería la primera vez ni la última. Más pases completos, penalizaciones, desconcierto absoluto, lanzamientos a ninguna parte y Tebow arrancando a correr y metiendo los cuernos como a él le gusta, en una embestida memorable. Torero y toro a la vez. ¡CAOS! El reino en el que el bueno de Tim se mueve como nadie, porque se lo pasa bomba. Y como decía el chiste, si además ganamos ya tiene que ser la pera.
Por el camino, las redes sociales echaban humo, el mundo del football contenía el aliento y contemplaba incrédulo aquello. ¿Cómo era posible que este individuo hubiera vuelto a la NFL? Pero a falta de dos minutos, el tipo ese agarró el balón, se arrancó a correr por peteneras, y entró en la end zone mientras estallaban los fuegos artificiales y la grada clamaba su nombre sin descanso.
“¡Tebow! ¡Tebow! ¡Tebow!”
Tebow es espantoso, pero sincero. Un bucle permanente de todo lo que no hay que hacer, pero que increíblemente funciona cuando debe. Tebow no sabe jugar al football americano como quarterback profesional, pero sí que sabe ganar partidos. Y crea un efecto hipnótico en quienes le contemplan jugar, que a cada momento sujetan de milagro un aullido de terror, pero no pueden dejar de contemplarle con amor. Casi arrobados.
Tebow tiene un atractivo natural. Don de gentes. Te llega. Y ha conseguido ese efecto desde que empezó a jugar en los Florida Gators durante su etapa universitaria. Probablemente, el jugador haya tenido menos éxito proselitista en su faceta de cristiano comprometido, que a la hora de conseguir que miles de aficionados que nunca han sabido paladear el football universitario esperaran con ansiedad que llegara cada sábado para verlo en acción. Con la certeza de que con sus debilidades nunca conseguiría triunfar en el mundo profesional, pero sus fortalezas le convertían en un superhombre en el mundo colegial.
Y así estamos la mayoría. Encantados de que, por un cambio en el reglamento, el tercer quarterback haya dejado de ser solo una solución de urgencia por si no quedaba nadie sano, y pueda convertirse en un especialista capaz de romper la baraja en un momento decisivo. Y de eso Tebow sabe un rato.
Y qué narices. A estas alturas nadie me va a convencer de que Mark Sanchez, y menos aún Matt Barkley, son mejores que Tebow.
Así que ya sabéis, Tim Tebow ya existe y no hace falta inventarlo. Perpetra en los Eagles. Ahora solo hace falta que Chip Kelly decida confirmarle como un monstruo en su parada.
Dios lo quiera... y nos coja confesados.