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La NFL busca igualdad con insuficientes actos de fe

En los últimos días, para ser más específico, en las últimas semanas, el coach de las Águilas de Filadelfia, Chip Kelly, volvió a ser el centro de atención en un punto sensible en la NFL y todo Estados Unidos: el racismo.

Este es un tema que va más allá del futbol americano y que aún causa desencuentro en la sociedad de un país que, por más que se ufana por dar los mismos derechos a hombres de cualquier raza, no ha logrado superar esa barrera en muchos ámbitos de su vida diaria.

En este espacio nos limitaremos al que corresponde a la NFL, liga en la que los jugadores de raza negra son mayoría al cubrir alrededor del 68 por ciento de la plantilla combinada de los 32 equipos.

Se dice que en los últimos dos años, Kelly ha hecho una limpia en su roster y que ésta ha minimizado el número de jugadores negros a un punto en el que este grupo es minoría en Filadelfia.

Kelly ha desestimado las acusaciones al afirmar que sus decisiones están basadas en qué tipo de jugadores sirven para su esquema de trabajo. Quienes lo defienden afirman que la realidad en estas decisiones es que el coach ha preferido darle salida a jugadores cuya actitud pueden darle problemas o cuestionar su autoridad.

La actitud que ha adoptado al no estrechar relaciones con sus jugadores, de sólo evaluarlos por sus resultados y actitudes sin conocerlos más de cerca ha puesto en una situación complicada a Kelly, quien probablemente no haga más que eso al tachar o palomear nombres.

Sin embargo, la NFL podría ser responsable de que Kelly sea visto con malos ojos por la comunidad afroamericana de jugadores y analistas en Estados Unidos.

Los ejemplos de que el aspecto racial es un problema latente en la NFL saltan a la vista en situaciones que, en un mundo utópico, serían normales.

Quizá el aspecto más evidente de la barrera racial que la NFL no logra superar está en la “Regla Rooney” (Rooney Rule), creada por Art Rooney, dueño de los Acereros de Pittsburgh, que obliga --y esa es la palabra clave-- a las franquicias que buscan cubrir el puesto de entrenador en jefe o gerentes generales entrevisten al menos a un candidato de raza negra, de origen latino u otra minoria.

La medida fue creada de buena fe, pero su finalidad es obligar y acostumbrar a los equipos a considerar el talento de personas de otros grupos étnicos además del de raza blanca.

Lo ideal sería que esto sucediera con naturalidad y que, como todo en la vida, siempre hay una primera vez, la puerta que abrieron en tiempos recientes entrenadores en jefe como Tom Flores en los años 70 o Art Shell en los 80 se hubiera mantenido abierta para generaciones inmediatas.

Festejar el “Mes de la Historia Negra” (Black History Month) es, sin duda, una manera digna de celebrar el aporte de los jugadores de raza negra a la NFL desde el establecimiento de la Liga en 1920, y en general, a la sociedad estadounidense.

Sin embargo, con este festejo los jugadores afroamericanos parecen ser tratados como una minoría en la NFL cuando la realidad indica lo contrario y en gran medida han sido clave en el ascenso en popularidad de la Liga y, por ende, de muchos de sus ingresos.

Se ha avanzado en cuestión racial en la NFL, pero la Liga ha cometido el error al intentar dar una imagen de igualdad cuando, en la práctica, con situaciones como la de Kelly o la obligación de entrevistar a candidatos de minoría para puestos importantes, demuestran lo contrario, aunque estos actos tengan la buena fe como origen.