Dieciocho años de la World Bowl de los Barcelona Dragons
¡Cómo pasa el tiempo! ¡Qué rápido corren los años! Me imagino que para muchos lectores de esta humilde columna, hablar de los Barcelona Dragons será como hablar de los Beatles, Naranjito, Cobi o los Juegos Olímpicos de Barcelona. De esas cosas que pasaron hace ya más de tres lustros y que, cuando las rememoramos, nuestros hijos ponen la típica cara que, traducida a su idioma, no dice otra cosa más que “ya empieza papá con sus batallitas”.
Pero los Dragons significaron algo muy importante para el fútbol americano profesional y la NFL en España. Los Dragons fueron ese pequeño escarceo con la excelencia, ese montaje impresionante de un evento deportivo a la americana, esas producciones de televisión sensacionales, con los jugadores llevando la helmet cam y un señor en la banda con guantes naranja que era capaz de interrumpir un partido e indicar al árbitro que tocaba pedir un tiempo muerto para que la FOX metiera cuatro anuncios.
Con los Dragons disfrutamos de jugadores irrepetibles y también tuvimos toneladas de momentos irrepetibles, como aquel espectáculo de la media parte en 2002 cuando Dani Martín y el Canto del Loco prácticamente se presentaban ante un público catalán, que a penas les conocía, cantando “Son Sueños” y “A Contra Corriente”. 3. Pienso que arnos a los playoffs contra pron impresionante.s imbatidos London Monarchs, gracias a dos recepciones de touchdown
Pero, sin lugar a dudas, el punto álgido de la historia de los Dragons se vivió un día como ayer, un 22 de junio, hace 18 años, en 1997. En aquella ocasión, ante más de 30.000 aficionados que se dieron cita en el Estadio Olímpico de Montjuic, un joven quarterback cedido por los Seattle Seahawks, de nombre Jon Kitna, lanzó para más de400 yardas, incluidos dos pases de touchdown, para liderar al conjunto catalán a su única victoria en una World Bowl, 38-24 sobre los Rhein Fire de Dusseldorf. Aquella noche, la afición coreó el nombre del único entrenador que tuvieron los Dragons, Jack Bicknell y, por unas horas, todo el protagonismo de una ciudad que ama el deporte fue robado al Barça por unos forzudos que defendían el color verde olivo de un equipo de fútbol americano barcelonés.
Tras ese gran triunfo, los Dragons jamás recuperaron la fuerza de aquel caluroso domingo veraniego. Poco a poco, el número de aficionados fue bajando, manteniendo promedios importantes en asistencia al estadio, superiores a 10.000 personas, pero no suficientes como para que el negocio acabara de transformar una economía teñida desde sus inicios con tinta roja.
Hoy no quedan equipos de fútbol americano profesional en Europa. Y no los habrá hasta que la NFL decida empezar a colocar franquicias de su gran liga en el Viejo Continente. Sin embargo, a todos los que vivimos aquella era de los Dragons nos queda una fabuloso recuerdo y las cinco cosas que pienso en este martes 23 de junio pretenden ser un homenaje a los cinco mejores momentos vividos como jefe de prensa y después director general de este peculiar equipo.
Cinco cosas que pienso:
1. Pienso que si, además de haber ganado la World Bowl, tuviera que elegir un instante por encima de cualquier otro me quedaría con el primer partido, en 1991, bajo una torrencial lluvia, cuando los Dragons ganamos 19-7 alos New York Knights y los jugadores, haciéndose eco del público, cantaron en el túnel de vestuarios “Oe, oe, oe, oe, we are the Dragons, we are the Dragons”.
2. Pienso que la victoria en la décima jornada de la primera temporada, en Wembley, ganando a los imbatidos London Monarchs para clasificarnos a los playoffs contra pronóstico, gracias a dos recepciones de touchdown del ya desaparecido Demetrius Davis, fue algo impresionante.
3. Pienso que cualquier partido en uno de los históricos recintos americanos, como Legion Field (Alabama), Giants Stadium o el Estadio Olímpico de Montreal, es difícil de igualar.
4. Pienso que nuestro staff dirigido por Bicknell, por el que pasó gente como el legendario Sam Rutigliano, Vince Martino, Dick Curl, Red Kelin, Steve Spagnuolo, Juan Jiménez, Marcos Guirles… atesoraba mayor calidad humana que cualquier grupo de entrenadores que uno pudiera encontrar en la historia del deporte.
5. Pienso que viví muchas aventuras sensacionales, pero disputar una World Bowl en el Amsterdam Arena (aunque perdiéramos) con mi mujer, Loles, y mis hijos, Santi y María, en la grada, me permitió disfrutar del cielo en la tierra por unos instantes. De hecho, cuando lo explicamos a mis dos hijas más pequeñas, Nuria y Blanca, se mueren de envidia. ¡Y con razón!