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ATLETISMO

'Soto', el listón 'robado' y la tropilla cubana

Aquel 8 de septiembre de 1988 no se respiraba ambiente de récord en las pistas aledañas al Estadio Helmántico de Salamanca. Sí, iba a saltar Javier Sotomayor, el astro cubano, pero casi nadie esperaba la plusmarca. Era una tarde calurosa, de viento tranquilo, con gradas repletas. El Soto fue saltado alturas y despojándose de rivales y, de pronto, se encontró con el listón a 2,43 metros. Un centímetro más arriba que la plusmarca mundial vigente del rubio sueco Patrick Sjöberg y del no menos rubio alemán del Oeste Carlo Thranhardt, que había hecho el registro en pista cubierta. Por aquel entonces no se distinguía entre la plusmarca indoor y la outdoor.

El primer salto fue nulo, pero en el segundo el chico de Limonar (Matanzas, Cuba), voló prodigiosamente y salvó el listón. Una tropilla simpática de cubanos de otras pruebas, que hasta ese momento se habían mantenido en las gradas, saltaron a la pista, atravesaron la luneta de altura y se precipitaron sobre El Soto y sobre la colchoneta, haciendo temblar el listón, encaramado en lo más alto, casi a la altura de un travesaño de fútbol.

Aclaración reglamentaria: cuando se consigue un récord, hay que volver a medir la altura. Si el listón hubiese caído al suelo, la plusmarca se hubiera ido al limbo.

El juez de la prueba, amigo mío de casi toda la vida, se echaba las manos a la cabeza. Imperó finalmente la cordura, se retiró la tropilla a festejar el récord más allá de la colchoneta, se midió de nuevo y se certificó que el listón, efectivamente, estaba a 2,43 metros de altura. ¡Récord mundial!

Ese listón parece que tenía vida propia, porque apareció no mucho después a hombros de un aficionado, que lo llevaba camino de su casa como un trofeo. Cuando fue interceptado por el pertinente guardia de seguridad, aseguró que se lo llevaba porque Sotomayor se lo había firmado. Se lo confiscaron y le echaron una bronca.

En tanto, Godoy, el viejo entrenador de El Soto, tuvo que ser atendido médicamente en la grada (no tenía fuerzas para saltar a la pista) presa de un ataque de ansiedad. Era el mejor entrenador del mundo en salto de altura y un hombre entrañable, un padre para Javier, que murió no mucho después. Sotomayor siempre ha pensado que de haber seguido con él habría subido más alto.

De la fiesta cubana de aquel 8 de septiembre, mejor ni hablar. Temblaron las centenarias piedras de Salamanca, la Ciudad de Altura, como se publicitó desde entonces.