De Tannehill a Geno Smith, la NFL de los clavos ardiendo
Es curioso. Probablemente, pocas veces en la historia moderna se ha valorado tan poco el papel del quarterback dentro de un equipo, y también pocas veces ha sido tan desesperante la necesidad de encontrar un quarterback franquicia.
Los equipos van poco a poco incorporando a sus equipos técnicos entrenadores o asistentes que han tenido éxito en su etapa universitaria con sistemas que ni siquiera contemplan el concepto de pocket passer. El play action, o el draw, que eran el pan nuestro de cada día snap tras snap, simplemente han desaparecido del vocabulario básico de muchos libros de jugadas profesionales. Y ese concepto de quarterback polifacético capaz de hacer casi cualquier cosa (excepto lanzar desde el pocket) se está extendiendo cada vez más deprisa.
Por el camino, los Seahawks han conseguido disputar dos Super Bowls, y ganar una de ellas, con un planteamiento en el que el papel del quarterback es casi secundario. El peso del juego recae sobre la defensa, y el del ataque sobre la carrera. En las primeras semanas de 2015 la continuidad de Lynch era un asunto de estado que preocupaba a los aficionados de Seattle mucho más que la renovación de Wilson, que aún se discute en los despachos.
Tampoco voy a hacer de menos a un Wilson que, salvo en contadas actuaciones mediocres, consigue un alto porcentaje de eficacia. Tal vez tenga un papel limitado en el sistema, pero cuando aparece, lo suele hacer con un acierto letal. Y al final eso es lo que se le pide a un jugador, que haga bien su trabajo cuando se le necesita. El ejemplo de Seattle vuelve a dar la razón a los que creen que también hay vida más allá de los pasadores.
Pero que las dos primeras elecciones del draft se destinen a elegir dos quarterbacks, uno con sospechosos antecedentes personales, y el otro con serias dudas sobre su estado de maduración, desdice todo lo dicho anteriormente. Así que da la sensación de que a todo el mundo le parece muy bonito un mundo sin quarterbacks, pero casi nadie está dispuesto a vivir en él.
Todo esto viene por la renovación de Ryan Tannehill por los Dolphins, que la semana pasada extendieron su contrato por seis temporadas y 96 millones de dólares, y por la confirmación de los Jets de que su quarterback titular en 2015 será Geno Smith.
Sobre la renovación de Tannehill se ha escrito mucho. Sobre todo porque en unas fechas en las que no abundan las noticias hay que agarrarse a un clavo ardiendo. De entrada la cantidad parece desorbitada, pero después de un análisis más detallado se comprueba que es un contrato muy similar al que firmaron los 49ers a Kaepernick la temporada pasada. Las cantidades garantizadas son mucho más bajas de lo que pueda parecer y el equipo de Miami se cubre las espaldas para poder librarse de un lastre si se da el caso de que Tannehill fracase.
Cuando los Dolphins eligieron a Tannehill con el octavo pick global del draft de 2012 pareció una decisión casi suicida de un equipo que lleva muchos años buscando desesperadamente a la reencarnación de Dan Marino. El jugador llegaba a la liga después de haber tenido una trayectoria impecable en Texas A&M (la misma universidad que Johnny Manziel), pero en la que no había desarrollado un juego demasiado compatible con el que le esperaba en el fútbol profesional. Hasta tal punto que no jugó de QB hasta su último año y medio. Antes había sido receptor. Además, los Dolphins estaban viviendo un complejo proceso de renovación con un nuevo entrenador, Joe Philbin, que se había ganado su prestigio como coordinador de líneas ofensivas, pero al que quizá le faltaba carácter para dirigir un equipo de la NFL. Tannehill olía a cadáver antes de debutar y lo más interesante que aportaba a la NFL era su mujer, Lauren, modelo profesional.
Dos años después, Philbin vive en la cuerda floja, y necesitará una temporada magnífica de los Dolphins para no perder el trabajo. Lo peor que le puede suceder a cualquier equipo es ser vulgar, y eso es lo que mejor define actualmente a los de Miami. Ganan los partidos que deben ganar, pierden los que todo el mundo espera que pierdan, pocas veces meten jugadas en los highlights de la jornada y, de alguna manera, a casi nadie le importa lo que pueda suceder al sur de Florida.
Ese no es el lugar ideal para que un quarterback necesitado de formación crezca como jugador. Sin embargo, Tannehill ha sobrevivido y sobresalido sobre la mediocridad para irrumpir como uno de los jugadores jóvenes más prometedores de la actualidad. Es un tipo todoterreno, con carácter y que, sobre todo, ha jugado muy pocos partidos malos. Sus números han mejorado casi partido a partido, pero además ha demostrado que tiene recursos, ganas, una voluntad de hierro y soluciones para salir airoso de las situaciones más complicadas. Aún tiene un largo camino por recorrer, pero creo que es un quarterback con mucho margen de mejora, ansia de triunfar y capacidad para terminar siendo una gran estrella. No quiero ni pensar dónde estaría su techo si de verdad trabajara en un equipo con las ideas más claras.
Sin embargo, en Nueva York la decisión de apostar por Geno Smith suena más a desesperación. No recuerdo ningún jugador que haya tenido tantas oportunidades después de haber jugado tantos partidos tan malos. Si algo define a un buen quarterback, a un pasador franquicia, no son las actuaciones memorables sino su regularidad. Los mejores de la NFL simplemente no tienen malas actuaciones. Pueden lanzar un mal pase, incluso tener un mal cuarto, pero se cuentan con los dedos de una mano las actuaciones globalmente malas. Y casi todas pueden ser explicadas por circunstancias externas. En este aspecto, Geno cumple de sobra esa premisa ineludible. Su regularidad es casi germánica. Juega horriblemente mal semana tras semana. Como un reloj. Le sucede lo contrario que a los buenos de verdad. Él consigue algún buen lanzamiento que provoca que nos frotemos los ojos. Incluso de vez en cuando raya a un buen nivel durante un cuarto completo, pero enseguida vuelve a su inapelable encefalograma plano.
Sus defensores argumentan que le han vuelto loco, que le han probado en diferentes sistemas y que nunca ha tenido continuidad. Yo creo que en el deporte moderno, sea la especialidad que sea, dos o tres malas actuaciones terminan con la carrera del más pintado porque detrás siempre hay una jauría intentando ocupar su lugar. Geno sigue en la NFL simplemente porque no hay quarterbacks en la recámara. En esta enésima oportunidad, tendrá como mentor a un Chan Gailey especializado en dar la teta y cantar nanas a sus quarterbacks antes de dormir. Un padre acostumbrado a sacar petróleo de donde no lo hay.
Si Gailey consigue que Geno Smith triunfe en la NFL merece de inmediato un altar con arabescos en el Hall of Fame de Canton.
Y si Tannehill no es encumbrado este año a la élite de los quarterbacks de la NFL, Philbin merecerá una patada en el culo por no estar a la altura ni de ese jugador, ni del resto de su fenomenal plantilla.