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Robert Kraft nos ha dado una lección a todos

El otro día os contaba que en la sociedad actual casi nadie asume un error. Nadie se equivoca. Si algo sale mal todos miramos hacia arriba mientras silbamos y señalamos al de al lado, con razón o sin razón, y sobre todo sin que se note. Que luego también negaremos haber señalado nada.

Pero más difícil aún que aceptar un error es ceder en nuestras opiniones. Un ejercicio de humildad que está muy pasado de moda. Lo de bajarse del burro se ha convertido en un acto casi extraterrestre. Ya nos hemos acostumbrado a ver en televisión, escuchar en la radio, o sentir a nuestro lado casi en cada conversación subida de tono cómo cada uno defiende su postura hasta la muerte, y si se queda sin argumentos no le importa en absoluto girar el debate y retorcerlo para terminar imponiéndose.

En el caso Deflategate creo que se habían juntado ambos problemas para crear una tormenta perfecta. Ninguno de los afectados ha sido capaz de asumir su papel en la historia. Ni los miembros del staff de los Ravens tirando la primera peladilla, ni los de los Colts que intentaron implicar a su propia plantilla en la intriga (curiosamente, los jugadores y staff técnico de Indianápolis han sido de los pocos que han estado en su sitio desentendiéndose de la historia), ni los árbitros cuyo papel sigue sin estar claro, ni Tom Brady y los utilleros dando argumentos peregrinos, ni Goodell y la NFL manifestando públicamente su decepción en el minuto uno con toda la historia aún por conocer, controlando los tiempos del escándalo por interés mediático y poniendo la sanción más dura de la historia de la NFL con un argumento que suena más a “por cojones” que a “por justicia”…

A esa negativa absoluta a asumir errores se le ha unido la incapacidad de todas las partes para ceder un palmo en su postura. En las últimas semanas hemos leído y escuchado argumentos ridículos e increíbles por parte de todas las partes, implicadas o no. Los Patriots intentando convencernos de que el termino ‘deflator’ se debía a un intento de adelgazar, Tom Brady negando lo innegable, Goodell justificando la sanción con argumentos injustificables… Incluso en las redes sociales y medios periodísticos unos y otros, y me incluyo, hemos defendido posturas sonrojantes, como decir que la sanción más fuerte de la historia de la NFL ha sido un chiste porque Goodell y Kraft son uña y carne, o que en la NFL hay una guerra interna entre propietarios que hace peligrar a la institución y la famosa sanción es solo una escaramuza de la contienda…

Hace dos o tres días leí un artículo muy interesante que explicaba que en la NFL los equipos se hacen ‘putaditas’ constantemente. Sobre todo cuando les toca jugar fuera, se quejan a la NFL de casi todo: los balones, el estado del campo o de los vestuarios, la colocación de los focos de iluminación… los equipos intentan desequilibrar al rival a base de lágrimas de cocodrilo. Normalmente la NFL no hace ni puñetero caso a tantas quejas, aunque de vez en cuando sí que pega algún susto, porque quien tanto se queja sin sacar nada a cambio puede decidir perpetrar esas mismas ‘putaditas’ que critica cuando se presente la ocasión.

Vamos, que estas denuncias no son un invento reciente, parte de una confabulación contra New England, sino el pan nuestro de cada día.

Así que ahí estábamos todos, en la grada del Circo Máximo, esperando una reunión de propietarios en la que Kraft y Goodell como poco iban a llegar a las manos, y el comisionado iba a vivir el principio de su fin. Y cuál ha sido nuestra sorpresa cuando Kraft ha decidido bajarse del burro. Os confieso que estoy en estado de shock desde que recibí la noticia. ¡Un propietario de la NFL es capaz de ceder! Y más cuando muy pocas horas antes había afirmado que todo el proceso había sido turbio e injusto. No doy crédito.

Y es que, a veces, la grandeza se demuestra con esos pequeños detalles. Siendo capaz de encajar un golpe cuando se tiene la certeza de que el contraataque puede ser demoledor para el rival y las consecuencias imprevisibles. Y visto lo visto, pienso que a Goodell, a los Patriots como institución, a Tom Brady y compañía les ha faltado la categoría de la que ha hecho gala Robert Kraft dando carpetazo al asunto.

Porque a todos, salvo al señor Kraft, se nos estaba olvidando que en el deporte las victorias que valen de verdad son las que se consiguen en el campo.