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Tom Brady, un quarterback irrepetible y minuslavorado

No sé vosotros, pero estoy algo saturado de draft. Tantas semanas hablando sobre jugadores a los que no conozco demasiado bien, cuyas virtudes y defectos están tan cogidos por los pelos, me produce cierto vértigo. Tanta ilusión concentrada en tan poco tiempo para que luego la cruda realidad confirme que hasta Marilyn Monroe se tiraba pedos.

Pero mira, hablando de pedos, siempre he tenido dudas sobre que Tom Brady ha caído alguna vez en su vida en la sana tentación de dejar correr el aire. ¿Y a qué viene ahora hablar de Tom Brady? Más allá de que ya es segura su presencia en la próxima Super Bowl (aunque solo sea por el homenaje que recibirán todos los MVP en la historia del gran partido), me apetece terciar en el apasionado debate sobre el quarterback que se ha desarrollado en los comentarios del último artículo de David García.

Hace dos o tres años la NFL nos tuvo entretenidos durante toda la temporada con un ranking de los mejores jugadores de la historia de la NFL. La cuenta atrás provocó polémicas encendidas y debates muy divertidos. Incluso Deion Sanders entró en estado de cólera cuando fue anunciado en el puesto 34 a pesar de que los aficionados le habían colocado el 19 (que también le parecía poco). Tom Brady quedó en 21ª posición (20º según los aficionados) y el debate no mereció ni una línea más. A todo el mundo le pareció perfecto. Por delante de él quedaron seis quarterbacks: Joe Montana (4º), Johnny Unitas (6º), Peyton Manning (8º en el global y 5º para los aficionados), Sammy Baugh (14º), Otto Graham (16º) y Brett Favre (20º en el global y 6º para los fans).

El año pasado, después de que igualara a Terry Bradshaw y a Joe Montana como únicos quarterbacks con cuatro anillos, se reabrió el debate sobre la auténtica calidad de Brady ¿Dónde merecería estar, de verdad, en el ranking de los mejores de la historia? Y una vez más los grandes defensores del jugador le colocaron en la cúspide y sus grandes detractores se reafirmaron en que nunca ha sido gran cosa.

Durante todos estos años ha habido una especie de mantra que han repetido los que consideran que Brady no es para tanto. El argumento es que el auténtico genio es Bill Belichick. Brady ha sido un peón más. Casi todos los quarterbacks del siglo XXI medianamente decentes habrían triunfado con tito Bill. Y Matt Cassell es el ejemplo perfecto que lo demuestra.

Lo curioso es que un porcentaje altísimo de los que defienden esa tesis, en el siguiente razonamiento cuestionan el genio de Belichick afirmando que gran parte de su éxito se debe al espionaje. Que sus defensas y ataques ajustaron durante mucho tiempo casi a la vez que sus rivales simplemente porque sabían lo que iban a hacer. Y que el mito de la dinastía de los Patriots es un fraude.

Por tanto, en un “uno dos” digno del mejor Cassius Clay, el mejor equipo de los últimos años, y uno de los mejores de la historia, queda desactivado de un plumazo.

No voy a entrar a valorar el segundo razonamiento porque no es el asunto de este artículo, pero sí que me voy a centrar en el primero. Decir que Brady es simplemente una extensión en el campo de Belichick es demasiado aventurado, y hasta frívolo. Fundamentalmente porque quizá sea el quarterback con más libertad en el campo de toda la NFL. El sistema ofensivo de los Patriots ha depositado en Brady desde muy pronto mucha responsabilidad de decisión, para convertirlo casi en un entrenador en el emparrillado. Otra cosa es que la afinidad y compenetración entre Belichick y Brady quizá no tenga parangón desde los tiempos de Montana y Bill Walsh.

Cuando leía a los más críticos con Tom Brady en el artículo de Dani, me acordaba del gesto que puso Belichick en octubre pasado cuando un periodista le sugirió en rueda de prensa que debía sentarlo.

Brady nunca ha sido un portento físico. Nunca ha tenido un Berta en el brazo. Casi nunca ha dado esa sensación de “esto lo gano yo” que tanto gusta a los aficionados. Brady se ha hinchado a romper récords, pero casi siempre ha dado la impresión de que iban llegando inevitablemente por las circunstancias, por el equipazo en que jugaba, sin que él los buscara.

Pero llega el momento de que nos debemos preguntar cuál es la misión de un quarterback ¿lanzar pases de touchdown? ¿Acumular yardas aéreas? ¿Convertirse en protagonista del partido? Yo creo que nada de lo anterior es cierto. Un quarterback está para conducir un ataque con éxito. Simple y llanamente. Por los medios que sea. Y las yardas de pase que haya conseguido sumar al final de partidos son lo de menos. Lo importante es que el ataque que conduce haya tenido un alto porcentaje de acierto, ya sea por aire o por tierra. Que los drives decisivos hayan tenido la duración correcta y el resultado esperado para marcar el resto del choque. Que la defensa contraria haya vivido casi siempre a remolque, bajo la incógnita de lo que le deparará el futuro en forma de snap imprevisible.

Y perdonad los que pensáis que Brady está sobrevalorado, pero quizá salvo Joe Montana, nadie ha sido capaz de mover un ataque con tantos registros y tanta eficacia como él. Brady ha sido genial en partidos con menos de150 yardasde pase totales y ningún touchdown aéreo, y también lo ha sido en partidos de500 yardasy multitud de anotaciones por aire. Sin importar si su papel ha parecido, o no, ser protagonista. Porque las estadísticas de Brady no son las suyas propias, sino los números de un ataque en el que muchas veces han brillado jugadores que en sus manos han parecido probowlers, pero que han perdido parte de su atractivo y eficacia cuando han estado lejos de su sombra.

Yo no sé si en el ranking de quarterbacks de la historia Tom Brady es el segundo, el mejor o el tercero. Pero sí que estoy seguro de que se cuentan con los dedos de una mano los quarterbacks que han logrado conducir con éxito ataques tan diferentes en su planteamiento, en su plan de juego, en su estilo y en su filosofía. Tipos que casi en cada drive de un solo encuentro han conseguido que su ataque desarrollara con éxito estilos de juego tan diferentes. Al igual que los Patriots son capaces de adaptar su estrategia a las virtudes y defectos del rival, Brady ha sabido adaptarse cada domingo, y en cada snap, a lo que le han pedido sus entrenadores, y ha hecho cosas muy distintas con un éxito proverbial y una precisión quirúrgica.

¿Andrew Luck es mejor que Tom Brady? Hoy por hoy, ni en sueños. Una cosa es que le supere físicamente o que tenga un talento de mutante, y otra muy diferente que ya lo haya desarrollado con la riqueza que el jugador de los Patriots. ¿Aaron Rodgers es mejor que Tom Brady? En muchos aspectos, sin duda, pero la diversidad de registros que tiene el ganador de cuatro Super Bowls aún debe ser demostrada por un quarterback que seguramente termine su carrera coronado como un grande entre los grandes, pero que para ello aún deberá destronar a un grupo de mitos entre los que sin duda ya habita Tom Brady.

Porque volviendo a Marilyn Monroe, lo más sano es no discutir sobre quién es la estrella más brillante del firmamento, sino sentarse en el sillón a disfrutar a calzón quitado del juego de todas ellas mientras brillen. Que cuando falten sólo nos quedará el llano y crujir de dientes.

 

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