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Marshawn Lynch: el modo bestia que crea seísmos en la NFL

Respuesta 1: “Estoy aquí para que no me multen”. Respuesta 2: “Estoy aquí para que no me multen”. Respuesta 3, adivina...: “Estoy aquí para que no me multen”, y así hasta en 21 ocasiones respondió Marshawn Lynch a los periodistas que le miraban entre atónitos y divertidos en el media day de la última Superbowl. Es el recurso que se sacó de la chistera el RB de los Seattle Seahawks para evitar una nueva sanción económica por sus continuos desaires hacia la prensa. Como si eso no lo fuera.... Llámale maleducado, llámale raro o llámale genio, probablemente las tres cosas le importan lo mismo, pero nada de lo que hace Lynch pasa desapercibido. 

Cuesta reconocer que detrás de esa mirada perdida y ese carácter pasota pueda aparecer la bestia que lleva dentro cuando sujeta el balón. Fue así desde el principio. Después de suplir a J.J. Arrington como freshman, hizo dos temporadas memorables con los Golden Bears de California. Fueron años divertidos, en los que compartió vestuario con sus primos Virdell Larkins y Robert Jordan. Para que no les perdieran la pista se pusieron dorsales consecutivos: Larkins el 9; Lynch el 10; y Jordan el 11. 

Huérfanos de liderazgo después de la marcha de Aaron Rogers en el 2004, los Golden Bears se volcaron en Lynch. Las yardas se convirtieron en touchdowns, los touchdowns en récords y al final los récords lo colocaron en las quinielas del Top 10 del draft del 2007. Lynch renunció a pasar el último año en Cal y finalmente fue escogido en el número 12 por los Buffalo Bills. Sólo Peterson le ganó la partida de los corredores. 

Tras casi cuatro temporadas en los Bills, nada hacía presagiar que la carrera de Marshawn pasaría de la medianía. Titular, sí. Estrella, no. Siempre lejos de playoff, problemas con la ley, inclusó llegó a perder la titularidad en beneficio de Fred Jackson. Era un divorcio anunciado. Lynch se hartó de los Bills, y los Bills se hartaron de Lynch. Destino: los Seahawks de Pete Carroll.

Lynch fue una petición expresa de Carroll, ya que lo conocía bien después de haberse enfrentado al jugador de Oakland en tres ocasiones durante su etapa en USC. Nada que temer de Lynch en esos enfrentamientos. Por entonces el "Modo Bestia" lo encarnaban los Trojans

Y después de 50 partidos en la NFL y otro medio centenar de disgustos, al fin apareció el Beast Mode en toda su plenitud. El 8 de enero del 2011, en el primer partido de playoff de su carrera, Lynch se guisó la jugada de su vida ante los Saints. Una jugada de esas tan especiales, que ha entrado tanto en la memoria colectiva, que había que darle un nombre: el “Beast Quake” (el “Terremoto Bestial”). Al parecer la hinchada del entonces QWest Field rugió, gritó y sobretodo saltó tanto durante los 15 segundos que duró la jugada que las agujas de un seismógrafo cercano registraron el extraño incidente. 

67 yardas de gloria en las que Lynch entró por la línea de New Orleans como un elefante en una cacharrería, arrastró un metro a Jabary Greer sujeto a su cintura y maltrató a Tracy Porter, el antihéroe de la película, enviándolo al suelo con un stiff arm de manual que ya forma parte de la historia de la liga. Y de paso neutralizaron la amenaza de unos Saints que iban embalados hacia la remontada. Si quedaba alguien en Estados Unidos que no conociera a esta mole de 100 kilos, dejó de existir tras esa jugada. 

Después de 8 temporadas y a punto de hacer los 29, Lynch ya es una estrella consagrada de la NFL. Su trayectoria en Seattle se define con una palabra: consistencia. Más de 1.200 yardas y una docena de anotaciones por ejercicio. Sólo serían buenos números si no fuera porque contribuyeron a ganar en 2014 la única Superbowl de unos Seahawks que esta temporada ya soplarán 40 velas. Y de paso una alegría para Seattle, porque para ser una de las ciudades más lluviosas del país sufría de una de las sequías deportivas más duraderas de las grandes metrópolis. 35 años habían pasado desde el anillo de los SuperSonics de Lenny Wilkens y Dennis Johnson. La gesta estuvo a punto de repetirse este año pero la intromisión milagrosa de Malcom Butler se cargó el doblete.

Marshawn Lynch en plena carrera en la Super Bowl XL frente a los New England Patriots
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Marshawn Lynch en plena carrera en la Super Bowl XL frente a los New England PatriotsStephen DunnGetty Images

Como la mayoría, Lynch no entendió porqué esa jugada no fue de carrera. Segunda y gol desde la yarda 1. 26 segundos de partido. Un tiempo muerto en la recámara. Y Lynch en plan estelar por encima de las 100 yardas y la estadística a su favor: sólo en dos de las 24 veces que cogió el balón se quedó sin avanzar la maldita yarda. ¿Por qué, entonces? Probablemente aún se lo pregunta, pero la sorpresa es una variable clave en esto del deporte. 

Pocos días después de perder la Superbowl ante los Patriots, Lynch insinuó que se retiraba. No cogió a nadie por sorpresa. No era ni la primera ni seguramente sea la última vez que lo hace. Fuera una pataleta o una cortina de humo el caso es que el running back acabó renovando por dos años a principios de marzo. Los 12th Man ya pueden respirar tranquilos, queda Beast Mode para rato. Quizás la prensa que sigue al equipo no piense lo mismo.