La AFC Norte no será la misma sin la figura de Troy Polamalu
El inexorable paso del tiempo deja sus inevitables secuelas: canas, kilos que cada vez cuesta más quitarse… y contemplar la retirada de nuestros ídolos deportivos. Es ley de vida, pero no por eso deja de ser una faena. El caso más reciente lo hemos tenido la semana pasada con la marcha de Troy Polamalu. A poco de cumplir 34 años (lo hará el domingo) el californiano ha decidido decir basta. Había dejado de divertirse. Su decisión, no por esperada menos trascendente, tiene un marcado impacto en la AFC Norte, a todos los niveles.
No pretendo destacar su faceta deportiva, perfectamente explicada por nuestro compañero Pepe Rodríguez, sino su imagen como referente de lo que debe ser un deportista de élite. En esta NFL plagada de divos y bocachanclas, resulta reconfortante encontrar a alguien así. Un profesional íntegro, que llegaba al estadio horas antes del comienzo de cada encuentro. Una persona interesada por su formación, que aprovechó la huelga en la liga para terminar sus estudios en historia. Un hombre religioso (se santiguaba después de cada jugada) y tímido. No cuesta trabajo imaginarlo en su etapa universitaria de compañero de habitación de Carson Palmer, otro jugador introvertido, a quienes el destino quiso hacerlos rivales divisionales, siendo cada uno el líder defensivo y ofensivo de sus respectivos equipos.
Quienes se aficionaron a la NFL, y concretamente a los Steelers, gracias a él, se cuentan por legiones. Cuando evocamos una figura de esta magnitud, todos tenemos un recuerdo especial. El mío, como seguidor bengalí, se produjo en una jugada de goal-line en la que Cincinnati alineó como FB al DT Domata Peko, quien al iniciarse la jugada, cargó contra Polamalu, haciéndole caer de espaldas. Pocos recordamos el resultado de ese partido. Ni siquiera si la jugada acabó finalmente en touchdown. Pero a ninguno se nos olvida aquel momento en que pudimos con Polamalu. Tal era la grandeza del 43 de los Steelers.
Un tipo serio, que dignificaba y ejemplificaba lo que es, o debería ser, el espíritu de la AFC Norte: el trabajo sin excentricidades. Ni siquiera su característica melena era una concesión a la vanidad sino a su legado samoano. Llevaba años sin cortarse el pelo (asegurado por la marca de champú que anunciaba en un millón de dólares), ni siquiera a raíz de que le placaran tirando de él, en una acción tan sucia como reglamentaria. Era su seña de identidad. Algo así como el barón Von Richthofen, el as de la aviación germana de la 1ª guerra mundial, cuando pintaba de rojo su avión para aterrorizar a sus enemigos. Todos sabían dónde estaba, pero nadie podía evitarle.
Dentro de que no era un jugador excesivamente interceptador, causó estragos entre sus rivales de división. A los Browns llegó a interceptarle en 8 ocasiones (a 7 QBs diferentes), otras 5 a los Bengals (2 de ellas retornadas para TD pese al infructuoso intento de detenerle de su amigo Palmer) y aunque no tanto a los Ravens, la más dolorosa para ellos, la que les costó la final de conferencia de la campaña 2008-09.
En Pittsburgh ya eran varias las voces que afirmaban que el equipo jugaba mejor sin él. Como suele pasar a tantos jugadores de su calidad cuando alcanzan cierta edad, sus piernas ya no llegaban a donde su cabeza decía que iba a transcurrir la jugada. Pero con alguien que ha dado tanto, estas cosas no se podían decir en alto. Discretamente, se le buscó sustituto y se le hizo entender que ya no contaban con él. En un gesto que le honra, prefirió irse antes de forzar al club a cortarle, haciendo así el último gran servicio a su equipo de toda la vida. A partir de esta temporada, Shamarko Thomas deberá demostrar que no le quedan grandes los zapatos que debe llenar. Pero el vacío que deja no sólo afecta a la posición de safety. La defensa queda huérfana de liderazgo, y deberán ser los jóvenes como Ryan Shazier quienes recojan el testigo.
Hasta siempre Troy Aumua Polamalu. Espero que en tu nueva etapa encuentres tanta felicidad, como descanso dejas entre tus rivales.