La absurda política contra la marihuana que defiende la NFL
Una política absurda basada en una ancestral concepción de la sustancia, como si fuera aquella película propagandística de 1936, Reefer Madness (en español, Locura de la marihuana), donde se contaba como varios jóvenes se volvían locos por fumar marihuana, asesinaban, robaban, agredían, o aquel anuncio ochentero de Winners Don’t Do Drugs.
En líneas generales, las asociaciones u organizaciones deportivas tienen reglas contra el uso de drogas por tres razones: 1) la sustancia en cuestión actúa mejorando el rendimiento del atleta y le da una ventaja injusta; 2) amenazan la salud y bienestar del atleta; y 3) causa una mala percepción en la imagen de dicha asociación. Ninguna de las tres razones se cumplen en el caso de la actitud que tiene la NFL contra la marihuana, y lo único que está haciendo esta política es dañar a la propia institución y a los jugadores que juegan el deporte.
No mejora el rendimiento
Creedme, lo he intentado. El jugador no va a ser más fuerte, rápido, saltar más, coger más balones, pasarlos mejor, placar de forma más bestia...por fumar porros de vez en cuando. Lo único que puede hacer es controlar la ansiedad de un jugador, un mal muy común por cierto en una esfera muy exigente. Por lo tanto, estamos hablando de beneficios psicológicos para el atleta, como si se toma un vino a llegar a casa o se va a un concierto de jazz.
Es más, todo lo contrario, la marihuana resta concentración, coordinación motora, precisión y habilidades, te mueves más lento. En un deporte que requiere gran despliegue físico, y también de memoria para recordar el playbook, la hierba no es la mejor forma conseguir una ventaja competitiva. Como tampoco lo es bajarse un “six pack” antes de un partido o un entrenamiento.
La marihuana no mermó las capacidades atléticas de Ricky Williams, pero sí la NFL le quitó un año de ellas, al igual que nos ha privado de ver recompensadas las habilidades de prospects como Randy Moss o Tyrann Mathieu con mejores rondas del draft. El último caso es el de Randy Gregory, defensive end de Nebraska que dio positivo en el control antidoping del NFL Combine 2015; Gregory entrará en el llamado “programa de desintoxicación” de la NFL y está por ver si cae del top 10 de primera ronda que se prevé.
No es un riesgo para la salud
Con matices. La marihuana crea ciertos daños neurológicos y una adicción. Pero los jugadores suelen tomarse tortillas de analgésicos: Percodan, Vicodina, Demerol, Dilaudid...No sólo su ingesta prolongada puede dejar el hígado para paté, sino que la adicción que crean es mucho mayor que unos porros de hierba. Por no hablar de las inyecciones pre-partido.
La política caducada de la NFL con la marihuana castiga a los jugadores que buscan alternativas a los analgésicos, manteniéndolos en un estado perpetuo de lesiones, además de las posibilidades de crear adictos. La Liga está dañando a los jugadores, no protegiendoles. “La marihuana no desconecta la consciencia sobre tu cuerpo que la mayoría de los medicamentos sí hacen”, dijo hace poco Ricky Williams, “a mi me ayudaba a relajar mi cuerpo, iba a la habitación, hacía algo de yoga y mi cuerpo se recuperaba más rápido”.
Las sobredosis por analgésicos mata a 46 estadounidenses cada día según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades. Las mismas pastillas que dan en esos clásicos botes de plástico a los jugadores cuando tienen una lesión. ¿Debería la NFL prohibir por lo tanto los analgésicos? Lo mismo el poderoso lobby de la industria farmaceútica tiene que decir algo al respecto. ¿Por qué no prohíbe el café, los chicken nuggets o el alcohol (de este último Obama dijo que es más peligroso que la marihuana) si dañan la salud más que unas onzas de “maría”?
Reducir y/o eliminar las sanciones por consumo de marihuana y apoyar la posibilidad de introducirla como ayuda terapéutica, tanto física como psicológica, sería un primer paso para la Liga para tener un acercamiento social a nuestros días.
No está mal visto
El 50% de los americanos cree que la marihuana debería ser legalizada. A fecha de hoy, en tres estados (Alaska, Colorado y Washington) es legal su uso recreativo y comercial, y en 23 la hierba es un medicamento más que el médico puede recetar. No es sólo América. Según una encuesta informal de MMQB, más de la mitad de los jugadores de la NFL fuma hierba de forma regular, incluso algunos jugadores como el ex punter de los Vikings Chris Kluwe apuntó a que la cifra debe rondar el 70%.
Si lo que le preocupa a la NFL es su imagen pública, quizá deba prestar más atención en el pasado bochornoso verano que nos regaló gestionando la sanción de Ray Rice con dos partidos (inicialmente) por pegar una paliza a su novia y, al mismo tiempo, dejando casi toda la temporada sin jugar a Josh Gordon por fumar más porros de la cuenta.
No tiene sentido concebir la marihuana como un peligro para el rendimiento y salud del jugador ya que la concepción social como los avances científicos han probado lo contrario. No solo daña la imagen de la liga como asociación sino que erosiona el desarrollo físico y psicológico del atleta. Levantar la añeja mentalidad y política de sanciones permitiría deja de prohibir y empezar a educar. Hasta la NFL tendría el control de algo que está ya incontrolado.