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Carolina Marín: “Hasta ahora ha sido fácil: comienza lo difícil”

Ganó la final del Mundial de bádminton con la número uno. Es la deportista revelación del año en España. Y Premio AS 2014, que recogerá mañana en el Hotel Palace, en Madrid.

Carolina Marín: “Hasta ahora ha sido fácil: comienza lo difícil”

—¡Felicidades! Es Premio AS del Deporte 2014...

—¡Y me hace mucha ilusión! El AS es uno de los periódicos más importantes de este país y que sus lectores me hayan dado este premio es importante en mi carrera. Quiero agradecer a quienes me han votado y a AS, por ponerme como candidata.

—¿Le sorprendió verse arriba desde el principio?

—Sí. Y, además, con una de las grandes como Mireia Belmonte. Eso es algo tremendo.

—Se enteró de la nominación bajándose de un avión…

—Sí, estuve entrenando en Asia y al aterrizar en Madrid, encendí el móvil y tenía muchísimos tuits. Uno era de la Federación de Bádminton. Decía que había sido nominada. Cuando lo vi me sorprendí. ¡No lo esperaba!

—El Premio AS lo han ganado Nadal, Cristiano... Y usted...

—Se me ponen los pelos de punta… Nadal es mi ídolo y que la gente me compare con gente tan grande es... ¡histórico!

—¿Qué ha supuesto la final del Mundial de bádminton?

—Una nueva vida. Cuando voy andando por la calle la gente me reconoce y a mí me da un poco de vergüenza, pero a la vez me enorgullece. Sé que hay gente que lo ha visto en la tele, que sabe qué es el bádminton por mí. Para mí es un orgullo el oro pero más por lo que ha supuesto para mi deporte en España.

—De chica, bailaba, ¿cómo se enganchó al bádminton?

—Me enamoró su rareza. Un día fui a un pabellón, vi un corcho con plumas y dije: “¿Pero esto qué es?”. Me llamó la atención. Y luego, la iniciación, que es muy fácil de practicar. Todo el mundo puede hacerlo. Profesionalizarte y coger los golpeos técnicos es más difícil. Pero al principio a mí me enganchó directamente.

—Y el volante, por cierto, sólo tiene plumas del ala izquierda de un ganso, ¿por qué?

—Sí. Si se utiliza de la derecha vuela de otra forma. Y entonces los golpeos técnicos, la forma de golpear, se cambiaría.

—En el Europeo llevaba una foto de su abuela en el bolsillo. ¿Y en la final del Mundial?

—Mi abuela materna ha sido muy importante en mi vida. Todo mi carácter luchador me viene de ella. Por eso llevaba su foto. Para el Mundial no, porque mis padres estaban ahí, detrás, en la grada, y esa fuerza luchadora también la tiene mi madre. Sabía que ya no me haría falta.

—Una final que, por cierto, no vio hasta hace nada, en Asia...

—En Huelva, después del Mundial, no tuve tiempo. Fue un no parar. Y, luego, al volver a Madrid he estado lesionada y tampoco. Todo el día de médicos de arriba para abajo. Había visto algún punto, un set, no entera. Entonces, el otro día, en Hong Kong, fui al gimnasio y vi que estaba mi partido en una de las teles de la cinta… Y me quedé hasta el final. En el último set, cuando íbamos igualadas, me puse nerviosa. ¡Y yo era la que jugaba! ¡Y sabía el resultado! ¡Que había ganado! Pero no pude evitar emocionarme… Cuando me tiro al suelo y veo a Fernando (Rivas, su entrenador), que salta... Buf. Fue revivirlo todo. Y, mira, me dio suerte: ese día jugaba por la tarde e hice un partido maravilloso.

—O sea que ahora se la va a poner cada vez que juegue...

—Todos los días, sí (risas).

—¿Y cuándo vio que Nadal le había felicitado en el Twitter?

—Buf. Los pelos de punta. No me lo esperaba para nada.

—¿Es un referente?

—Sí. Me veo muy comparada. No damos nunca ni una bola, yo volante, por perdido. Los dos tenemos esa fuerza mental de decir: “Vamos a morir en la pista”. Por eso es mi ejemplo a seguir.

—¿Qué es lo más bonito que recuerda de esa final?

—El abrazo con Fernando al acabar. Recuerdo que yo me acercaba y le miraba. Y le decía: “Somos los mejores: esto que tanto hemos querido lo logramos”. Otro momento fue cuando abracé a mis padres. No había palabras. Solo abrazo. Y lágrimas.

—Enfrente tenía a Xuerui Li, la número 1 del mundo, campeona olímpica. ¿Esperaba ganarla?

—Yo llevaba mucho cansancio arrastrado. Antes de la final, pensé: “Ostras, es que ella ha ganado a todas en dos sets, en menos de 40 minutos y llega fresca”. Pero, en el segundo set, cuando yo iba perdiendo 11-7, salió Fernando y me dijo: “¿Qué quieres? ¿Ver la bandera china primera o la española?”. Y ya no hubo cansancio. Ni dolor de piernas. No hubo nada. Sólo ganas, esfuerzo, sacrificio y eso, a lo Nadal, morir en la pista.

—¿Y ahora?

—Empieza lo difícil. Hasta ahora el camino ha sido relativamente fácil. Ahora empieza otra lucha: mantenerse en el top de la élite y revalidar títulos como este oro mundial.