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Montañismo | Mi experiencia

Unos días entre desconocidos

Al iniciar esta aventura pregunté por la diabetes, al volver no recordaba nada. El protagonismo en el viaje sólo fue para la montaña, los glaciares, las gentes, las risas...

Actualizado a
LA EXPEDICIÓN. Ángel, José Ramon, Vanessa, Laura e Iván, los integrantes del equipo.
Dani Sánchez

Un día fui a la Sierra de Guadarrama y más tarde a la Sierra de Gredos. Después los Picos de Europa y los Pirineos. Recuerdo que alguien propuso ir a los Alpes y luego otro habló de los Andes. La secuencia lógica para un montañero madrileño finalizaba en el Himalaya. Y nunca me hubiera imaginado que sería con desconocidos.

Y así me presenté en la puerta de embarque de un vuelo hacia Katmandú con seis personas que no había visto en mi vida. Y todos diabéticos. No sabía mucho de la enfermedad, sólo que una niña muy guapa del colegio era diabética y tenía acceso a las chucherías cuando quería. A veces pensé que aquello no era un problema, porque estaba claro que los ositos de gominola no eran una medicina. Y en el vuelo empecé a preguntar por la insulina. Por los infusores subcutáneos. Por la basal. Por los hidratos de carbono. Por las hipoglucemias. Por los bolis. Por los miedos. Y por sus barreras.

Pero luego ya olvidé todo. Simplemente paseamos juntos por Katmandú entre motocicletas, taxis, vacas, niños y turistas. Y luego seguimos caminando entre edelweis, pinos, banderas de oración, glaciares y altas montañas. Descubriendo juntos al pueblo sherpa y riéndonos con los niños que nos saludaban al pasar. Perdiendo 20 rupias al bádminton y ganando al voleibol a un combinado sherpa a 4.900 metros de altura. Desilusionándonos entre nubes que no nos dejaban mirar las montañas y abrazándonos al amanecer al lograr ver el Everest. Compartiendo historias y problemas por el camino. Aquel trabajo del que nos despidieron. Aquella novia que nos abandonó.

Así, cuando al cabo de veinte días nos presentamos en una puerta de embarque rumbo a Madrid no recordaba casi nada de la diabetes. El protagonismo del viaje lo habían tenido las mismas cosas que cuando voy a la montaña con amigos. Los glaciares. Las gentes. Las ampollas. El mapa. Las risas. Las lágrimas. Y aquellos seis desconocidos.