NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

EL DIARIO DE DANI SÁNCHEZ

Día 8. Ventanas de buen tiempo

El redactor y fotógrafo de AS, Dani Sánchez, acompaña a la expedición Diabéticos en el Everest 2014 al campo base (5.350 metros) del ochomil.

Actualizado a
Día 8. Ventanas de buen tiempo
DANI SANCHEZ

Nos despiertan las llamadas al rezo del monasterio de Tengbonche. Alguien de repente grita que se ha abierto el cielo y ve la gran pared del Everest. Salgo rápido del saco y voy corriendo a la ventana desde donde procede el entusiasmo. Cuando llego todos celebran la vista y yo me encuentro una gran nube. Nadie tiene fotos y allí delante parece imposible que alguien haya visto algo. Decido no creerles.

En el camino de hoy desde Tengboche (3857m) hasta Periche (4240m) la altitud poco a poco se empieza a notar. Aparecen pequeños dolores de cabeza y algún estómago comienza a resentir los cambios de agua y de comida. El paisaje poco a poco va cambiando y los árboles empiezan a dejar paso a vegetación de alta montaña. La niebla se mueve por el valle a nuestro ritmo y siempre parece que donde no estamos hace mejor tiempo. No queremos pensarlo, pero en ocasiones parece que no vamos a ver mas montañas que las que vimos desde el avión. Y la que dicen haber visto esta mañana.

Paramos a tomar el té a medio camino y nos colamos en la casa. Allí dos jóvenes sherpas juegan al Carm Bord, una especie de billar con fichas que se deslizan sobre harina. Jose se apunta rápidamente y haciendo pareja con nuestro guía Pemba empieza la partida. La cosa va igualada cuando Josu nos dice que hay que continuar. Justo ahora que empezábamos a ser sherpas.

Llegamos a Periche con mucha ganas y en buen estado. El lodge es muy acogedor y es increíble pensar que todo lo que hay en él ha sido subido a pie o en yaks. Repasamos la ruta de los próximos días y nos llegan algunas noticias de mejora del tiempo. Los optimistas ya se ven en pantalón corto y los pesimistas miran por la ventana la gran nube que nos cubre. Justo antes de cenar alguien avisa que se ha abierto una pequeña ventana y se ve el Ama Dablam. Salimos corriendo y la imagen es estremecedora. Todo está cerrado excepto un trocito de cielo que nos muestra una montaña perfecta. Sólo dura unos segundos en los que lo miramos en silencio. Después desaparece de nuevo. Ha sido tan rápido y alucinante que tendré que creer a los que vieron el Everest por la mañana.