El ‘hippie’ Bode Miller sumó su sexta medalla en los Juegos

Go fast, be good, have fun (Ve rápido, sé bueno, diviértete...) Es el título de la biografía de Bode Miller, el veterano estadounidense, 36 años, que ayer lloraba desconsolado tras ganar el bronce (compartido con el canadiense Hudec) en un supergigante ganado por el noruego Jansrud, y que supone la sexta medalla olímpica del americano.

Pero más allá de sus virtudes como bajador, (por ejemplo se convirtió en el podio olímpico más veterano en esquí alpino y es el único que ha ganado metal en todas las disciplinas...) Miller es una figura pública en su país por su excéntrico modo de vida.

Nacido en una comuna hippie de New Hampshire, Bode creció sin electricidad, educado por sus padres y con dieta vegetariana. Su casa estaba al lado de la estación de Cannon Mountain, donde se forjó el hombre que ha ganado hasta 33 pruebas de Copa del Mundo y que subió al podio por primera en Salt Lake City 2002. Por aquel entonces todavía formaba parte del US Team al que renunciaría tras fracasar en Turín. Bode vivía en una caravana porque se quejaba de perder horas de sueño en las concentraciones con los compañeros en el hotel.

En el camino declaró que había competido “alguna vez” bajo los efectos del alcohol y defendió el dopaje como opción para los deportistas. En 2010, ya con 32, su modo de vida hippie y polémico fue un impulso para otras tres medallas olímpicas en Vancouver, aunque tuvo que volver a la Selección. Casado con Morgan Beck, una jugador de voley playa profesional, en 2012 se destrozó la rodilla. Parecía el final. Además golpeó a su mujer con una bola de golf en el ojo a 250 km/h y perdió a su hermano. Por eso lloraba en Krasnaya Polyana. “No estoy emocionado sólo por el esquí. Son muchas cosas”. Rápido, bueno y divertido.