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Juegos Paralímpicos

"Vosotros jugad relajados, estos sí que son disminuidos de verdad"

En Sydney, el equipo español de baloncesto de discapacitados intelectuales ganó el oro. Pero diez de ellos no sufrían minusvalía. Dos de los implicados hablaron ayer en Carrusel.

La Selección española de baloncesto de discapacitados intelectuales posa tras lograr el título en Sydney 2000.

"Nos decían que jugásemos despacito, que no corriésemos a tope, que no defendiésemos a muerte, que les dejáramos entrar a canasta...". Esas eran las consignas con las que, partido a partido, la Sele­cción española de discapacitados intelectuales se colgó la medalla de oro en los Juegos Paralímpicos de Sydney. Luego llegaría el escándalo: diez de los doce no eran disminuidos. "Nos reclutaron diciendo que seríamos tres o cuatro sin mi­nusvalía y en el aeropuerto vimos que éramos diez. Fuimos engañados, pero no tuve agallas de echarme atrás", contó ayer uno de aquellos jugadores, bajo el anonimato, en el Carrusel Deportivo de la SER.

Entre ellos se encontraba el periodista Carlos Ribagorda, entonces en Capital, que decidió, antes de publicarla, mantener su investigación hasta el final como aseguró en Acento Robinson: "El objetivo no era destapar sólo a los españoles, sino demostrar que el movimiento paralímpico era una farsa". Algo que tenían claro el resto de jugadores: "Cada equipo tenía a cuatro o cinco sin discapacidad. Sólo Australia (acabó sexta de ocho) y Japón (octava) contaban con todos sus integrantes con alguna minusvalía. Nos decían que jugásemos relajados, que estos sí eran disminuidos de verdad".

La mentira debía ser creíble en todos los campos: "En la Villa Olímpica había ciertas cosas que no podíamos utilizar. Como disminuido no debía usar muchas horas el ordenador, no podías hablar en determinados idiomas... Comías y te entrenabas". Fraude que no era exclusivo del grupo del baloncesto: "Coincidí en el vuelo de ida con un atleta de 100 que tampoco era discapacitado. Decían que existía mucha más gente así".

Repercusión. "Tras el escándalo, el entonces presidente de la FEDDI (Fernando Martín Vicente) nos ofreció dinero. Dijo que era la beca, dos millones de pesetas. Para quitarse el muerto, pero no cobré ni un duro", afirmó un protagonista de un engaño que conmocionó al mundo. "Lo beneficioso fue que ahora hay controles exhaustivos", comentó el sucesor de Martín, Antonio Gómez Oliveros.

También sirvió para replantear el movimiento paralímpico y la categoría de discapacidad intelectual, como dice Ribagorda: "No fue cuestión de 12 españolitos que engañaron. Si esta categoría permaneció ausente en los Juegos de 2004 y 2008 (volvió en Londres) es porque el fraude estaba extendido".