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MADRID 2020

Madrid 1972: un parche con muchas dudas y sin apoyo

La primera vez que la capital intentó ser olímpica, el presupuesto desconcertó a Franco. Cuando se decidió, la delegación fue a Roma sin el alcalde, Arias Navarro. Ganó Múnich.

La delegación española en Roma antes de la votación por los Juegos de 1972.
EFE

La ilusión de Madrid por ser ciudad olímpica no es nueva. Desde 2003 se ha convertido en una carrera de fondo en la que se han pasado el testigo y han ido sumando corazonadas José María Álvarez del Manzano, Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Botella. Sin embargo, la idea originaria es del siglo pasado. El primer paso documentado se da en 1965 para albergar los Juegos de 1972. Con Carlos Arias Navarro de alcalde de la capital y en plena dictadura de Franco.

El 63º Congreso del Comité Olímpico Internacional prendió la mecha. La sesión se celebró en Madrid, y tal fue la posterior lluvia de cartas recibidas para agradecer la organización, que el Ayuntamiento pensó que había llegado la hora de un reto mayor. Arias Navarro planteó la cuestión en el Pleno a pesar de que Barcelona tenía el mismo plan y la buena acogida le animó a presentar el proyecto.

Se apartó a la Ciudad Condal de la carrera con una gran polémica y se remitieron dos cartas en diciembre al presidente del COI, Avery Brundage (conservador y admirador del franquismo). Una del alcalde y otra del mandamás del COE, José Antonio Elola. La rápida respuesta invitó a soñar. Y, sobre todo, su mensaje: “Es una opción muy sólida. El éxito de la reciente sesión del COI en Madrid permanece en la memoria de todos los miembros del Comité y éste actuará a su favor”.

Brundage avisó a Madrid que igual se presentaban Montreal, Ámsterdam, Múnich y, probablemente, alguna ciudad norteamericana (fue Detroit). La confianza era tal que no importaba. Se rellenó el cuestionario con las 14 respuestas requeridas. Se confeccionó un minucioso dossier, al que se le añadió un manifiesto de José María Pemán. Y se envió un corto documental de 15 minutos en color rodado por Javier Aguirre: Madrid Ciudad Moderna. La maquinaria se puso en funcionamiento a toda prisa. Había ilusión, hasta que el propio Gobierno la enfrió. Franco hizo cálculos del coste que suponía ser sede olímpica y, aunque jamás hizo oficial un presupuesto ni se hicieron cálculos exactos (el COI no lo exigía), no le seducía el plan. A pesar de que suponía abrirse al mundo. El ministro Camilo Alonso Vega le dio la razón.

Nadie se atrevió a convencerle. Ni siquiera a debatir. Por eso, la candidatura se mantuvo en el alambre hasta abril de 1966. Cuatro meses decisivos sin saber si se avanzaba o se reculaba. El plazo se agotaba. La incertidumbre ya calaba. Hasta que el Gobierno decidió mantener la candidatura guiado por el repunte económico y por las buenas informaciones que llegaban de la prensa extranjera sobre el rumbo aperturista que estaba tomando España. Sólo faltaban cuatro días para la votación de Roma.

La candidatura española se presentó en Italia con el amago de retirada en la mochila. Aun así, intentó agradar con un stand en el que se mostraba al COI la maqueta de cómo sería la ciudad en 1972. Nadie sabía que le habían tenido que serrar las patas para poder meterla en el avión. Allí se propuso como mejor época para la celebración de los Juegos la que iba desde el 27 de agosto hasta el 10 de septiembre. Se intentó convencer de que la pelota vasca debía ser olímpica y no sólo de exhibición, que Barcelona podía ser una gran subsede para los deportes acuáticos y que Las Ventas sería un buen escenario para el deporte. El presidente del COE remató con una encendida defensa del proyecto. Pero no coló. El COI estaba muy molesto.

Al llegar a Roma, los miembros del Comité esperaban una explicación a las dudas. Ya fuera por parte de la Corona, del Generalísimo o del alcalde. Sin embargo, el líder de la expedición fue el teniente de alcalde: Jesús Suevos. Un detalle que ahora, 47 años después, se ha cuidado con mimo. Ganó Múnich. Madrid sacó 16 votos, a pesar del apoyo de la URSS, que no quería que ganara la Alemania Federal. Y el presidente del COI avisó el 31 de enero del 66 para el futuro: “Las vacilaciones indudablemente han tenido cierto efecto en el voto”.