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VI NACIONES | GALES 30 - INGLATERRA 3

Gales aplasta a Inglaterra y conquista el VI Naciones

A los ingleses les servía perder por seis, pero se vieron arrollados por sus vecinos, muy superiores durante el choque, que revalidaron el título. Suman su entorchado número 16.

Gales gana el VI Naciones 2013.
ADRIAN DENNISAFP

Inglaterra se quedó sin el Grand Slam. Inglaterra se quedó sin el Seis Naciones. Inglaterra se quedó sin rugby y con el orgullo abollado. En el Millennium de Cardiff, a techo cerrado contra los nubarrones que barrían el cielo de la capital galesa, en una enfervorecida caja de resonancia roja, Gales atropelló al equipo de Stuart Lancaster con una mezcla de deseo, rugby e inteligencia que les permitió revalidar el título del Seis Naciones de forma brillante. El partido tuvo fases auténticamente feroces, culminadas hacia el intermedio, cuando los dos equipos percutían con todo y con todos sin ceder un metro y exponiendo el cuerpo y más en cada contacto. Hasta entonces Halfpenny había mantenido delante a los suyos con tres golpes de castigo por uno solo de los ingleses. Después, Gales explotó con una segunda parte monumental de sus terceras y acabó derribando con dos ensayos del ala Cuthbert la enorme defensa inglesa. No fue rugby. Fue un rugido. Una paliza en todos los sentidos del término.

A Gales le bastaba una victoria por siete puntos, siempre que Inglaterra no le hiciera dos ensayos más, lo que voltearía el goal-average. Siete puntos significan un ensayo transformado: Inglaterra sabía que era una distancia de seguridad mínima. Gales también lo sabía. Que el equipo de Robert Howley saldría a merendarse cada metro del campo y cada balón estaba escrito. Y fue así. A los 16 minutos de partido, Inglaterra (un equipo dominador en los contactos, basado en la potencia de su delantera en fases cerradas y abiertas) había concedido ya cinco golpes de castigo, uno más de los que sumó frente a Italia. Eso le permitió a Halfpenny, el jugador más decisivo del torneo, anotar tres patadas sin fallo. Farrell metió una y falló otra. La dinámica del partido era la consecuencia de la demoledora presión galesa. Se puede explicar en términos de epopeya: los chicos de rojo habían desayunado napalm. O también, ceñirnos al rugby: el trabajo de su tercera línea ha sido excepcional durante todo el Seis Naciones. Nadie ha retenido mejor la pelota en los encuentros que Gales; nadie ha ganado tantos balones como ellos en el break-down; ningún otro equipo ha visto a esa tropa de élite que son el número 8 y sus flankers rendir al nivel que, consecutivamente, han ofrecido Ryan Jones, Warburton, Tipuric y Faletau.

Visto en perspectiva, el resultado no ofrece dudas. Fue Gales y todo Gales. Pero hasta el descanso, incluso hasta casi la hora de partido, Inglaterra había contenido el entusiasmo de los locales con su enorme aplicación defensiva. George North ya había amenazado hacia el final del primer tiempo con un par de escapadas que frenaron Ben Youngs primero y Farrell después, ambos con placajes monumentales, de los que salvan un ensayo. Era rugby desatado y enfurecido. La primera parte terminó plena de ferocidad por los dos lados, como cuando Rocky Balboa y Apollo Creed seguían tirándose puñetazos después de la campana.

Ese mismo espíritu es el que presidió el larguísimo ataque que, visto en perspectiva, iba a acabar con la resistencia inglesa. Hacia el minuto 55, Gales se metió en la 22 rival y largó una cadena de embestidas frenéticas en los alrededores de la zona de marca inglesa. Fácilmente acumularía una quincena de fases con relanzamientos, reciclajes, pick and go de sus delanteros y percusiones sobre los bordes de cada ruck. En ese tipo de jugadas lo más fácil es ver a la defensa desesperada conceder golpes o a los atacantes perder la pelota en el fragor de cada empuje. Pero no ocurrió. Enorme disciplina la inglesa y fantástico trabajo de Gales en la retención del balón. Era cuestión de tiempo que entrasen a anotar o hubiera un golpe de castigo. Y así fue. Halfpenny estiró a 12-3 y, a esa hora, Gales ya era campeona del Seis Naciones.

Los 25 minutos finales vieron lo mejor de Gales en mucho tiempo. Desde los días del Mundial en Nueva Zelanda. El equipo poderoso físicamente, volador con la pelota, compuesto en todos los órdenes. Frente a esa crecida, Inglaterra se volatilizó. Nunca tuvo balón suficiente que usar o con el que amenazar. Los que tuvo, los perdió por el camino. Placó más del doble que Gales, lo que da idea de la dinámica del juego. Lancaster está obligado a desarrollar la otra mitad del rugby de su equipo, el que se ocupa de la construcción ofensiva. Inglaterra es un equipo magnífico de físico y defensa. Pero necesita juego si quiere aspirar, como pretende, a la Copa del Mundo de 2015 en suelo inglés.

El primero de los dos ensayos de Cuthbert vino de un robo en un ruck, arte preferida de los terceras y, en el caso de Gales, de sus dos centros, los poderosísimos Roberts y Davies. Su recuperación permitió una carrera ventajosa del grandote Cuthbert por afuera, para posar en la esquina. Con Inglaterra de caída, Biggar alargó la ventaja con un drop. Y, después, una jugada memorable de toda la tercera galesa, acabada con la segunda marca de Cuthbert. En el avance de Faletau, la transmisión a Warburton, la mayestática carga del capitán por el pasillo central del campo, su pase a Tipuric, el galope incontenible del tercera y la dejada final a Cuthbert, plena de suficiencia, quedó resumido todo el fantástico valor del juego galés en este encuentro. El estadio vivió tal explosión que pudo saltar por los aires el techo del Millennium. Gales había destrozado a Inglaterra. Es, para qué negarlo, su forma favorita de hacer historia en el rugby.