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españa 35 - dinamarca 19

España, campeona tras barrer a Dinamarca en una final histórica

La Selección conquista su segundo Mundial tras una fantástica exhibición frente a Dinamarca, con la mayor diferencia de la historia en una final. La defensa y Sterbik, claves.

Los jugadores de España celebran su victoria ante Dinamarca por 35-18, en la final del Campeonato del Mundo de balonmano que han disputado esta tarde en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Con esta victoria, la selección española logra su segundo título mundial de balonmano.
Los jugadores de España celebran su victoria ante Dinamarca por 35-18, en la final del Campeonato del Mundo de balonmano que han disputado esta tarde en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Con esta victoria, la selección española logra su segundo título mundial de balonmano. Toni AlbirEFE

No fue la gloria, fue el éxtasis. No fue el oro solamente, fue la manera de ganarlo. No fue un triunfo más; fue la victoria ante un rival que llevaba el camino de convertirse en la bestia negra de España. Casi como la otra vez, cuando hace ocho años España ganó a Croacia en aquella final histórica. Y botó el Sant Jordi, y botó España entera representada en los 12.000 seguidores españoles, catalanes, madrileños, vascos, asturianos…de todos los rincones del país que disfrutaron en directo de la fiesta de las fiestas.

La primera mitad fue memorable. Para guardarla y repasarla cada vez que un aficionado español quiera darse una alegría. Inimaginable que en media hora España le pudiese sacar ocho goles de renta a Dinamarca. El portero danés, paraba; Sterbik, no, sólo lo justo para un portero de su clase, porque Sterbik no detiene balones, él intimida a los rivales que convierten situaciones de ventaja en errores. Y a partir de la portería, y con una defensa de 6-0 espectacular, con movilidad, con ayudas y con colaboración, Cañellas, Guardiola y Morros, formaron un muro alto, grande, poderoso, sin fisuras.

No era fácil superar a España, que, además, volaba, corría a la velocidad del rayo, se adelantaba a las jugadas de ataque de Dinamarca, recuperaba balones y llevaba a los nórdicos con la lengua fuera.

El vendaval de España, que empezó con Cañellas y Antonio García en la primera línea, y con Rocas en el extremo, en una demostración de que en la Selección todos son reemplazables y útiles, tomó cuerpo muy pronto (3-0), y mediada la primera mitad comenzó el goteo, incluso ganando las inferioridades. Pronto se llegó a los cuatro de renta, a los seis, a los ocho. La poderosa Dinamarca parecía anestesiada. Perdía balones, no corría, sin reacción posible. No encontraba su juego pese a utilizar a tres hombres en la posición de central. Ulrik Wilbek mandaba cambios, rotaciones. Nada. Imposible. Los Hispanos eran imparables (18-10) cuando acabó la primera parte.

Luego Sterbik dijo que le tocaba parar, que no sólo está para intimidar. Y con un porcentaje de casi un 80 por ciento en 15 minutos, acabó con las tímidas esperanzas danesas. Cedió dos goles en quince minutos, tapó los uno contra uno, y cuando Valero le sentó con 33-16 en el marcador, el Palau se levantó rendido a sus paradas, como a los goles de un inmenso Cañellas o de un espectacular Aguinagalde, o de un extremo como Rivera que ayer justificó de una vez para siempre por qué su padre le convoca.

Los minutos de la basura, los últimos diez. Valero utiizó a todos sus hombres para que firmasen el oro con una victoría récord, porque hasta ahora la máxima ventaja en una final de un Mundial era de 10 goles, en 1958 (22-12, de Suecia sobre Checoslovaquia). Desde este partido los libros recogerán que España tiene la diferencia récord.