rugby
Australia escapa por poco de la emboscada Puma
McCabe y Ioane le dieran vuelta al final a un partido que Argentina ganaba 6-19.
La naturaleza de la decepción argentina la resumió el gesto del capitán Fernández-Lobbe, con las manos en la cabeza después de que el balón quedase muerto en una montonera y el árbitro Wayne Barnes declarase el final del partido. La victoria de Australia. Si el empate en Mendoza con los Springboks dejó contrariados a los Pumas, esta derrota por 23-19 en suelo australiano acentuará una parecida sensación de desencanto: a veinte minutos del final ganaban 6-19, después de los ensayos consecutivos de sus terceras Leonardi y Farías Cabello. Con la espalda en la pared, los Wallabies apelaron a su orgullo, afilando su potencial en ataque para que McCabe y Ioane posaran dos marcas que posibilitaron la incontenible reacción final.
Es cierto que el primer ensayo argentino vino precedido por el pisotón de Imhoff sobre la línea, pasado por alto por el juez de touche, antes de su definitiva descarga para Farías Cabello. O que a Samo se le escapó el balón en el apoyo de una marca anterior; que Berrick Barnes estrelló dos golpes en los palos; o que Camacho contuvo con brillantez defensiva a Nathan Sharpe cuando el segunda australiano iba a posar otro ensayo. Todos esos detalles no alteran la historia del partido, la evidencia de lo cerca que estuvieron los Pumas de derrotar al equipo número 2 del mundo, la ausencia de ritmo de juego sin Genia o el desastroso partido de Quade Cooper. La Australia reconocible se encarnó durante el último cuarto del choque, en la tormentosa ruptura de McCabe para el primer ensayo o la finalización energética de Ioane tras una escapada del medio melé Phipps... Beale acabó el trabajo con un golpe de castigo.
Antes, los All Blacks habían vencido a Sudáfrica (21-11) y se dirigen con paso firme hacia la victoria en el Rugby Championship. Al menos, la firmeza negra reside en lo que los marcadores tienen de inapelable. El juego, a veces, es otra cosa. Por ejemplo, en este partido que Sudáfrica tuvo controlado en casi todos los órdenes del juego, salvo los definitivos, que son los que acaban por resolver: Dagg y el indisciplinado Aaron Smith, que relevó a un Weepu desenchufado, les dieron el triunfo a los neozelandese. Los kiwis acumulan ya catorce victorias consecutivas en partidos internacionales y su rugby atraviesa un periodo en el que prevalece la impresión de que ganarán sea cual sea la historia del partido.
Los Springboks podrían analizar lo ocurrido en sesiones de vídeo en el vestuario o bien pedir hora con el psicoanalista. La conclusión sería la misma: no se derrota a los All Blacks con un porcentaje de dos golpes de castigo anotados en nueve lanzamientos. Los dos Steyn, Morne y Frans, hicieron uno de ocho. El otro lo anotó Goosen, en el tramo final, que es cuando Meyer lo suelta en el campo. Pareció haber algo diabólico en el aire de Dunedin que se llevaba las patadas a la deriva: curioso, porque el Forsyth Barr es un estadio con techo y por tanto a salvo de la meteorología. Parece improbable que a Meyer le sirva como explicación. Además, Sudáfrica dejó escapar hasta tres oportunidades de ensayo en el instante esencial de clavar la espada. Habana anotó el único con su fulgurante calidad. Ese tipo de explosiones que, como la de Dagg tras un par de descargas fabulosas de Whitelock y Read, o la de Smith más tarde, decidieron el choque para los All Blacks.