GOLF | PGA CHAMPIONSHIP
McIlroy es el nuevo rey
El norirlandés conquista el PGA Championship con ocho golpes de ventaja sobre Lynn y suma su segundo grande. Tiger, desquiciado, termina a once golpes.
Rory McIlroy es una joya. Un golfista único con un barniz semejante al que hace brillar a Tiger Woods. Su forma de jugar al golf, natural, imperial, incontestable, es una bendición para un deporte que reclama un rumbo definido. Con permiso de Woods, incesante en su empeño de recuperar lo que era suyo, McIlroy parece el indicado para gobernar el golf mundial. Su victoria en el PGA Championship por ocho golpes de diferencia, segundo grande en sus vitrinas, es sólo un paso más en ese camino, en esa imparable ascensión hacia la gloria que inició con el escandaloso US Open que ganó en 2011. McIlroy, nuevo número uno del mundo, ya no es un niño, es el presente más real del golf y no parece que su reciente dominio sea pasajero. Algo que deberá aceptar el todopoderoso Tiger, un jugador acostumbrado a los retos; sin embargo, este último se intuye mayúsculo, con Woods mermado por tanta batalla y lejos de su mejor forma.
La jornada volvió a ser apoteósica. Los resultados fueron extraordinarios, con jugadores jugando al golf de forma impecable y exprimiendo Kiawah al máximo. Por ejemplo, Keegan Bradley (-4), campeón defensor, Justin Rose (-4), Luke Donald (+2 a pesar de los 66 golpes del domingo) o David Lynn, segundo en solitario tras un gran 68 para -5 en el global. Pero la realidad se explica en otras palabras. McIlroy (-13) fue el mejor de largo. No falló, no se metió en líos, aprendió de la última jornada del Masters del año pasado y llevó su vuelta a la perfección, con seis birdies sin atisbo fallo. Inalcanzable, desesperó a todo aquel que levantaba la cabeza y veía en los marcadores el nombre del norirlandés cada más arriba. El abrumador resultado final supera la máxima diferencia entre un ganador y el segundo clasificado en un PGA hasta ahora en manos de Jack Nicklaus desde 1980 cuando superó a Andy Bean por siete golpes.
Ni siquiera le pudo Ian Poulter. El inglés, que ocupará el lugar del español Sergio García en la Ryder Cup si nada lo remedia, realizó uno de los movimientos más interesantes. Empezó espectacular, con seis birdies en los primeros siete hoyos e, incluso, estuvo -8, a dos de McIlroy. El sprint inicial y el acierto del norirlandés le dejaron exhausto para encarar la segunda vuelta, donde afloraron sin control los errores. Terminó -4, agobiado por la oportunidad perdida, y empatado con Carl Pettersson.
También sacó McIlroy de swing a Tiger (-2). Ya lo consiguió el sábado cuando, a base de birdies, influyó notablemente en el estadounidense. Con cinco golpes de desventaja partía Woods en la última jornada y no sólo fue incapaz de recuperar alguno sino que perdió seis más. Tiger no ruge con la misma fiereza. Por tercer grande consecutivo, el californiano se arrodilló antes de tiempo, dando síntomas de debilidad donde antes era indomable. Necesitaba un tremendo esfuerzo el domingo y el impulso se diluyó con una pasmosa velocidad. Sin darse cuenta, Tiger pasó de los intentos de birdie a suspirar por no cometer bogeys. Eso, añadido a la exhibición de McIlroy, sentenció al Tigre sin que pudiera mediar palabra. Aun así, Tiger deja muestras de recuperar su mejor golf y no se adivina una larga espera hasta que vuelva a ganar un major.
Los españoles terminaron su participación con la misma discreción con que se han movido en todo el torneo. Miguel Ángel Jiménez volvió a ser el mejor español y terminó +1. Gonzalo Fernández-Castaño se cargó de bogeys y se hundió hasta el +9 final de su resultado global.