Llenazo y paliza

Se quedaron dos mil entradas en las taquillas, pero no impidió el récord de público en un partido organizado por la Asobal (11.963 espectadores), y en el que el balonmano regresó a Madrid y con los colores rojiblancos del Atlético, que, como si 19 años sin equipo hubiesen pasado en un segundo, mantenía una comunión intensa la grada con la cancha. El Atlético sumó su primer título de esta nueva época, frente al Barcelona, un convidado de piedra en Vistalegre.

Quizá esta Supercopa quede como el último torneo importante en la historia del Ciudad Real, aunque también debe ser el inicio de una competencia que reflote la Liga en unos momentos de crisis que acogota a los clubes. Quedó claro que los rojiblancos jugaron con una motivación extra, como si quisieran darle las gracias a su afición del pasado, y a la vez ganarse a la nueva que colmaba las gradas con los mismos colores que actuaban ellos.

Los de Talant jugaron con una intensidad absoluta, arropados por un Sterbik impecable en la portería, los ataques acababan en las manos de un Aguinagalde avasallador.

No era un partido más, era el partido de sus vidas para muchos de los jugadores necesitados de demostrar que desde el primer día son rojiblancos. Por eso, cuando apareció la segunda oleada local con Lazarov de estilete desde el lateral derecho, el Atlético se destacó.

"Campeones".

Y en la segunda parte fue un vendaval. Chema puso esa velocidad de crucero que rompe los partidos, y aunque Pasqui consumió dos tiempos antes del minuto doce, y cambió las defensas, era imposible sujetar a los rojiblancos en una fiesta en la que el debutante Markussen aportó cinco goles en la segunda parte.

Fue una paliza en toda regla, aunque en la recta final los diez tantos de margen en el marcador se quedaron en siete, y los atléticos pudieron corear eso de "campeones", y ante el Barça.