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Rugby | VI Naciones

Un rugby, dos épocas

VI Naciones: los grandes emulan al sur, el resto defiende la tradición

<b>EL RIVAL MÁS ODIADO. </b>Arranca el VI Naciones con Gales recibiendo la visita en el Millenium de Cardiff de la odiada Inglaterra, que el año pasado le hizo morder el polvo.
afp

A 217 días del Mundial de Nueva Zelanda, Aotearoa, tierra de la nube blanca, arranca el VI Naciones sin que Europa haya sabido hacer frente a la devastadora superioridad física del hemisferio sur. Una supremacía favorecida por la peligrosa deriva adquirida por el nuevo rugby, que bajo el mercantil pretexto de convertirse en "fenómeno mediático", ha prostituido su espíritu. Melés, mauls y touch son denostadas. La prioridad es que la TV no pierda de vista la almendra, que "no se salga de plano". Es el rugby-tenis, el kick-pong. Se juega de pie y prevalece el 1 contra 1, individualización que prima el físico sureño y hostiga el solidario tacticismo norteño. Restringen el pateo al lateral, limitan mauls, pactan melés... ¿Acabarán prohibiendo los placajes? El XV, eclipsado por el VII, se edulcora como el XIII.

El rugby se vanagloria de modernizarse cuando en realidad ha corrompido su excelencia vulgarizando los agrupamientos, su seña identitaria. Un inquietante panorama alimentado por el desasosiego táctico en las pizarras de las potencias europeas. Sus banquillos los ocupan nihilistas que reniegan de escuelas centenarias como el pick and go inglés o el flair francés, tipos que juegan a disfrazar diplodocus de velociraptores. La ordinariez de la sofisticada Francia lo ejemplifica. En noviembre Australia le endosó 46 puntos en 40 minutos. 15 jugadores excepcionales, un equipo vulgar. Malos tiempos para la lírica.

O la tacaña Inglaterra, que la última vez que pescó torneo, cazó el Mundial. Ahora suma ocho inviernos sin conquistar el VI Naciones, su peor cosecha en 30 años. Aunque si los franceses acostumbran a morir de éxito sin apurar la botella, a los ingleses hay que enterrarlos tres veces antes de darlos por muertos, especialmente en el Mundial. Pero al igual que a Francia, les hipoteca la tibieza de su 10: Flood, pitbull en Europa, caniche en las antípodas. Por eso Martyn Johnson acabará claudicando al "empuja y corre" (con Ashton y Cueto). El calendario es cómplice de la reverdecida Irlanda, mientras Escocia dignifica sus legendarios riñones, Gales gestiona su bipolaridad y la berlusconiana Italia fantasea en el caos.

El Mundial lo prologa este VI Naciones en el que las grandes bilardean, sopesan si polinesiar su juego, si respetar la tradición o sacrificarla. El premio es el Mundial. El precio, enterrar el rugby tradicional. Colosal recompensa, irreparable costo.