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Vancouver 2010 | El otro Vancouver

Cerveza, champán, puros y... escándalo

La celebración de las chicas del hockey canadiense quedará como una de las imágenes más polémicas de los Juegos. Mal ejemplo o celebración espontánea. Todos opinan, menos las medallas.

Cerveza, champán, puros y... escándalo

Serán las imágenes de los otros Juegos de Vancouver, en competencia con las fotografías del estadounidense Scott Lago, bronce en halfpipe, inmortalizado mientras una joven le mordía la medalla a la altura de la región inguinal, en postura que se confirmó de alto riesgo. El fragor de la noche, los impulsos de la juventud y el discreto adiós del muchacho dieron el asunto por cerrado.

Sin embargo, el caso de las campeonas canadienses de hockey hielo no encontró ni el atenuante de la noche ni de las fotos robadas. Media hora después de ganar a los Estados Unidos, y ya sin público en las gradas, las chicas saltaron a la pista pertrechadas con latas de cerveza, champán y puros habanos. De todo dieron buena cuenta mientras posaban y retozaban por el hielo, henchidas de humo, burbujas, lúpulo y satisfacción.

Indignación.

El COI reaccionó furibundo por el mal ejemplo. Y el Comité Olímpico Canadiense no tardó en disculparse por no haber circunscrito la celebración a los límites del vestuario. Entre el ruido se escapó Marie-Philip Poulin, de 18 años, que al mal comportamiento añadía un delito: en la Columbia Británica no es legal beber alcohol hasta los 19.

Fueron bastantes los que criticaron la estricta moralidad del COI desde diferentes foros. Tanto por censurar una celebración espontánea, como por renegar del mismo champán de que se exhibe en los grandes premios de motos y coches (con menores implicados, en bastantes ocasiones), o de los puros que se fumaba Red Auerbach, patrón de los Celtics, y sigue degustando el golfista Miguel Ángel Jiménez.

Puestos a indagar en lo que nos chirría de estas imágenes no cuesta reparar en un objeto común: la medalla. Si al chico Scott le hubieran mordisqueado el lóbulo de la oreja o la hebilla del cinturón no hubiéramos hecho otra cosa que suspirar, hay qué juventud. Y seguro que si las muchachas del hockey hubieran dado tragos y caladas sin el oro al cuello la reacción general hubiera resultado más permisiva.

Lo que nos molesta, aunque sea secretamente, es que no se guarde ante los símbolos la solemnidad que se merecen. Y ante una medalla, como frente a una Copa de Europa, Ensaladera o Copa de las Cien Guineas, se llora, se ríe o se grita, que esto va por gustos. Y si lo que apetece es juerga, se hace con la medalla lo mismo que con la foto de los abuelos: se mete dentro de un cajón.