Boxeo | Nikolai Valuev
Valuev, el boxeador que fingía ser un ogro
Cuentan que sus genes tártaros (desciende de un gigante mongol) son los responsables de su aspecto feroz. Sin embargo, Nikolai es poeta y lee a Tolstoi. Su historia recuerda a la de otros gigantes buenos
El razonamiento parece irreprochable y más aún si hablamos de boxeo, sección pesos pesados: cuanto más grande, más fuerte. El axioma falla en el siguiente paso. El error es concluir que el más fuerte gana. La equivocación es pensar que el boxeo es un concurso que mide, exclusivamente, la fuerza. La confusión es vieja y recurrente y nos presenta cada cierto tiempo a un gigante que reescribirá la historia del noble arte. Así apareció Primo Carnera (2,05), antes forzudo de circo, y así, en trazo amargo, dibujó el cine a Toro Moreno (Más dura será la caída), un apolo argentino "con los puños de talco y la mandíbula de cristal", según definición de su agente, interpretado por el corrosivo Humphrey Bogart.
El problema surge cuando el gigante es manso y lee a Tolstoi, como Valuev. La paradoja es que los cuerpos temibles se suelen acompañar de cabezas sosegadas; son los esqueletos reducidos, recuerden y repasen, los que provocan terremotos. Pinten de verde a Valuev y entenderán su vida a través de Shrek: un buen tipo en el papel de ogro, justo el que esperan los demás.
Su biografía confirma que poco había de boxeador vocacional en el joven Nikolai Sergeyevich, primero aficionado al baloncesto, luego al lanzamiento de disco y casi siempre poeta. Fueron sus genes tártaros (aseguran que desciende de un gigante mongol) los que determinaron su aspecto y los que decidieron su futuro. Después llegaron los agentes como Bogart y a continuación, el rumor y la propaganda: La Bestia del Este, El monstruo de San Petersburgo
Tal vez Valuev, el gigante ruso de 213 centímetros, entienda que su derrota del domingo (perdió a los puntos su cinturón de campeón del mundo de los pesados ante el inglés David Haye) fue una victoria y una liberación, aunque se lo calle. Por un tiempo los rastreadores de talentos (y millones) olvidarán a los gigantes y volverán a buscar entre los tipos con buenas razones para pegarse, que de eso se trata. "Chico, tú tienes algo dentro de lo que carecen el resto de los boxeadores y que no se puede entrenar. Tú tienes odio". Eso, o algo parecido, le decían a Rocky Graziano en Marcado por el odio. Otra buena película.