Raúl será el portavoz del deporte español

Por la mañana, los campeones españoles alistados con Madrid 2016 (Joan Lino, Almudena Cid, Indurain, Marta Domínguez) se apuntaron el primer éxito con su triunfo en la carrera ciclista por las húmedas calles de Copenhague. Hasta la hora de almorzar, el Marriott fue escenario de idas, venidas, reencuentros, abrazos y lobbying.

A las 14:00 horas llegaba a Copenhague el presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo. A primera hora de la tarde, círculo cerrado: aterrizaba en Kastrup el avión privado de Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, donde viajaban el mismo Florentino, Emilio Butragueño, Carlos Herrera y Raúl, que será la imagen viva del deporte español en la presentación final de Madrid 2016 ante los votantes olímpicos, con Pau Gasol y Rafa Nadal entre Los Ángeles y Pekín.

Algo cansado tras el entrenamiento matinal y el partido de Champions ante el O. Marsella, Raúl echó una cabezada en el avión de Florentino. Pero, a las 17:00 horas, el capitán madridista ya iba vestido de gala para asistir a la inauguración olímpica, en la Ópera. Antes de esa misma gala, en la que el Rey Juan Carlos I iba a abrazarse con O Rei Pelé, Raúl hizo una declaración de intenciones: "Vamos a demostrar que Madrid es la mejor. Va a ser la ganadora. Antes que hablar en público, prefiero cualquier partido, donde sé llevar bien las emociones. Hablar en público es más complicado".

La intervención de Raúl durará un minuto. Será en español. Intentará reflejar como universales los valores del mundo del fútbol ("hay muchísimos valores que intento transmitir jugando"). Será el paso al frente del deportista que más pasea la imagen de Madrid por todo el mundo. Los taxistas daneses y los paseantes arremolinados por las puertas de los grandes hoteles gritan 'Raúl, Raúl'.

En el Marriott, Raúl hizo piña con Arantxa Sánchez Vicario ("me he traído aquí a mi hija, está preciosa") y con Marta Domínguez, flamante Atleta Europea del Año. Exacto: el gran ídolo de Marta Domínguez se llama... Raúl. Y, a esas horas, Miguel Indurain saboreaba la fina lluvia del otoño danés en un paseo por las calles de Copenhague: casi como cuando caza por Navarra... o en las autovías de Francia, contra el reloj.