España consumó su desastre particular en este Mundial. Lo avisó ante Suecia, lo ratificó ante Croacia y ayer, por fin, entró en la historia de Corea, que hasta ayer jamás había derrotado a nuestra Selección. A este equipo de Valero Rivera, que tantas expectativas había generado, le cabe el honor de acabar en el peor puesto de siempre en unos Mundiales, porque ahora tendrá que pelear con Australia, Argentina y Rumanía del 13º al 24º lugar.

La realidad es que España jugó presionada, con una tensión anormal para jugadores curtidos en mil batallas, o para jóvenes que llevan el peso en sus clubes. Ni aprovecharon sus ocasiones, ni sacaron ventajas para evitar un final tan tenso. Todas las cosas salieron mal en ataque, con lanzamientos cómodos desperdiciados, con superioridades ineficaces, con un juego que en ocasiones parecía descontrolado.

A España le faltó viveza, aunque Sierra estuvo bien en la portería, y aunque el 6-0 fue más sólido que el dolor de defensa 5-1 de las jornadas precedentes. Valero Rivera cambió de planes, por fin jugó con un zurdo en la primera línea y apostó por cambios de ataque y defensa. Con el 10-7 el cariz era muy positivo.

Sufrimiento.

En un periquete, a sufrir. Dos faltas de ataque de Garabaya, dos balones perdidos, dos ataques desperdiciados, y Corea ya estaba allí. La presión empezó a desgastar a los nuestros, que se jugaban la vida ante un rival sin nada que perder, y que si vencía entraba en la historia. España encadenó hasta cuatro ataques seguidos desperdiciados y la cara de sus mejores jugadores era un poema. Quizá el de ayer sea el golpe más duro del balonmano español moderno, un fracaso en toda regla cercano al ridículo, que el seleccionador Valero Rivera espera corregir en el siguiente campeonato.