pekín 2008
España emerge en el agua
Tras una primera parte de los Juegos menos productiva de lo esperado, los deportes acuáticos han propiciado la remontada de España en el medallero. Siete de los 17 metales conquistados por la delegación española llegaron empapados. El equipo de hockey masculino puso el broche de plata a una jornada de oro.
Que nunca llueve a gusto de todos es bien sabido, y que en España el dicho se cumple con demasiada frecuencia, también. El nuestro es un país tan proclive a las sequías como a las inundaciones, una tierra que oscila entre la sed de algunas zonas y la abundancia de otras, un mosaico donde los amarillentos campos de cereal abrasados por el sol conforman una hermosa simbiosis con los verdes pastos norteños.
De todas esas Españas, de la árida y de la de las verdes praderas, han salido los deportistas que han dado el empujon, el impulso definitivo a la actuación de España en los Juegos Olímpicos de Pekín.
En apenas una hora, la mañana del 23 de agosto vio llover medallas como no se recordaba desde Barcelona '92. Sólo fueron tres, es cierto, pero fueron tres preseas emocionantes, repletas de la ilusión que transmiten las jóvenes generaciones en sus ansias por triunfar y prosperar.
Entre la danza acuática de nuestras nadadoras y los robustos piragüistas puede que no haya ninguna similitud más allá de la afición compartida por el deporte, el entrenamiento y las exigencias que exige cada modalidad y la férrea disciplina con la que se afanan. Sin embargo, todos ellos, comparten un mismo destino: el agua.
Ellas, finas, estilizadas y elegantes en el agua; ellos, fuertes, robustos, poderosos brazos marineros a los remos; todos le han regalado a España una marea de medallas que obliga a mirar al agua con el mayor de los respetos.
Las chicas de sincronizada, capitaneadas por las veteranas Gemma Mengual y Paola Tirados -sin obviar a sus entrenadores-, han sabido hacerse un hueco entre las potencias del Este para dar a este otro país una histórica medalla de plata por equipos, la primera del conjunto en su cita con Cubertain.
Minutos antes, un gallego, un pontevedrés de Cangas do Morrazo, clavó su rodilla en la piragua rumbo a una medalla de la que sólo le separaban 500 metros. Y la consiguió, también de plata, el mismo metal que se colgó en su ancho cuello el día antes en una distancia doblemente exigente, los 1.000 metros.
La presea de Cal era la cuarta del piragüista gallego en unos Juegos Olímpicos. Un lustro antes, con sólo 20 años, se llevó un oro y otra plata en Atenas; con 24 años ha repetido el mérito -porque dos platas lo tienen-, y con 28... ya veremos de lo que es capaz este Cal dentro de cuatro años en los canales de Londres, mucho más semejantes a las densas y brumosas aguas de las rías gallegas en las que nuestro abanderado se curte durante el año.
Con lo que ya nadie contaba era con el oro de Craviotto y Carlos Pérez 'Perucho' en K2. Dos policías que se fueron a Pekín a remar y que han terminado por ganar la que, hasta ahora y junto al bronce en pista de la ciclista Olaberría, es posiblemente la medalla con más valor lograda por los deportistas españoles.
El triunfo de estos piragüistas supone el primer oro que consigue España en la disciplina de kayak en la historia olímpica, y la tercera medalla que nos otorgan las piraguas en la cita de Pekín. Además, no ha sido cualquier victoria, pues ha llegado tras derrotar al K2 alemán, los máximos e indiscutibles candidatos al oro. En 500 metros los germanos no tenían rivales, acumulaban ocho años sin conocer la derrota, pero los españoles les han devuelto a la realidad; los tozudos españoles siempre dispuestos a lograr lo que se proponen.
Son tres medallas enormes, gigantescas en su significado, que si se añaden a la obtenida por Gemma Mengual y Andrea Fuentes en su baile acuático y a las dos que ha conseguido la vela, suman un total de siete preseas de las 17 que ya tiene aseguradas España en Pekín; un repertorio de triunfos merecido que nos reconcilia con el nivel de nuestro deporte y que, además, dignifica el propósito de quienes no sólo luchan contra su propios límites sino tambien contra los que añade el terreno en el que se sumergen.
Hockey hierba: la plata de los chicos de oro
En mañana tan fructífera y disfrutando de tanta agua, el hockey quiso reclamar su protagonismo y lo consiguió. Es cierto que la plata ya era un hecho, pero el oro había que pelearlo. Y así se hizo, aunque esta vez los alemanes no cedieron como sí ocurrió en el canal de remo. Otra derrota y ante los mismos españoles, esos que también les derrotaron en la Eurocopa, era demasiada humillación, y debió de ser por eso que España no ganó.
Sin la victoria matinal del K2 seguro que el equipo de Maurits Hendriks se habría llevado el oro, y aunque la plata es un gran premio a su trabajo, lo cierto es que sabe a poco. Y sabe a poco porque un gran equipo como el español merecía más, por juego, por ambición, por la pasión que ponen sobre la hierba, y por tradición, porque las Olimpiadas nunca han hecho justicia al empeño de este país por desarrollar un deporte que, salvo el oasis que supone la península Ibérica, es exclusividad de los países centroeuropeos y sus colonias asiáticas.
Los Tubau, Freixa, Garza, Fábregas, Amat y demás genios del stick, que han logrado integrar un bloque de jugadores heterogéneo con jugadores de entre 32 y 21 años, conquistaron en Pekín la tercera plata olímpica del hockey hierba español, pero visto como transcurrió la mañana, quien sabe si un buen aguacero sobre el campo hubiese ayudado a cambiar el color de la medalla.
En el líquido elemento, donde cuentan que está el origen de todo, ha encontrado España su mejor trampolín para resurgir en los Juegos Olímpicos y empaparse de gloria. En verano, mojados se está mejor, sobre todo de medallas. Que nadie nos seque.