Rugby: Mundial de Francia | Suráfrica 15 - Inglaterra 6
Suráfrica, a los puntos
Partido físicamente devastador en el que no se anotaron ensayos
Suráfrica, que revolotea como una mariposa y pica como una avispa, ganó el Mundial porque fue la mejor. La única invicta. Merecidamente.
Anoche Suráfrica prefirió ser Caperucita a Lobo. Comedida y reservona se situó ante un peso pesado. Wilkinson imponía. Ashton y White no querían al rival dentro de su distancia, en su 22, buscando evitar a Montgomery y Wilkinson. Habana y Pietersen, como Sackey y Catt, pasaron el primer cuarto persiguiendo Up & Unders. Patadas defensivas, voleones evasivos. La pelea era cerrada, devastadora. Búfalos ante mastodontes. Las percusiones surafricanas en los rucks eran salvajes. Su segunda y tercera entraban como suicidas cabeza arriba. Pero ocurre que ante el martillo estaba el yunque. Si Suráfrica era plomo, Inglaterra era acero. Los ingleses sobrevivían en la touch, pero Wilkinson sólo sacaba una de cada tres patadas. Dos errores (Tait y Moody) permitieron a Montgomery, antílope implacable, cobrarse dos golpes. Jonny pasó uno anguladísimo, pero se dejó un drop por el camino.
Entonces el combate vivió un cruce frenético de golpes. Finalizando el primer round una arrolladora carga surafricana moría en la orilla, aunque Montgomery rascaba una patada. Inglaterra, furiosa tras esquivar el gancho, lanzaba un crochet para arrancar el segundo asalto. Tait acostaba un eslalon a centímetros del ingoal que Cueto posaba luego, pero pisando fuera, según el juez de TV. Jonny arañó una patada. Mal menor. Dos directos que rozaron la mandíbula rival. Las malas noticias se acumulaban en el rincón inglés: Montgomery pasaba otro golpe y Robinson se retiraba lesionado.
Pero el orgullo inglés hizo de tripas corazón y Jonny tocó zafarrancho en su precoz tropa: Hipkiss, Flood... Inglaterra no rehuía la iniciativa. Después de la jugada de Tait se veía capacitada, y necesitada, para hacer un ensayo. Otro golpe, éste por una pantalla, permitió a Steyn poner tierra de por medio (6-15). Necesitaban posar, jugar a la mano, buscar el intervalo. El partido estaba donde quería Suráfrica, en la misma escena del crimen que el de Argentina. Replegada y acechante, en espera del fallo adversario.
Industrial.
El partido era de rugby industrial, sangre, sudor y lágrimas. Pero hasta en eso Suráfrica es mejor. Gobierna los partidos con puño de hierro y guante de seda. A la hora de partido el empuje inglés metió a los springboks en su 22, pero su flair no encontró fisuras en la roca surafricana. Necesitaban talento y precisión. Clarividencia y sorpresa a partes iguales. A Inglaterra le pesaba la jugada de Cueto. Fajadores natos, los ingleses no habían encajado bien ese jab abajo, al hígado. Ahí estuvo el partido. Pero nadie culpará al árbitro. No aquí. Esto es rugby.
Esta vez Wilkinson no pudo obrar el milagro. Su selección, orgullosa y digna, presenta una nómina de gladiadores tan esforzados como anónimos. No tiene jugadores dominantes como Du Preez y Habana ni delanteros poderosos como Botha, Matfield, Burguer, los Smith... Inglaterra exprimió el limón como nadie sospechaba, pero el rugby sigue siendo el deporte en el que gana el mejor. Aquí gobierna el 'Citius, fortius, altius'. Y el más inteligente. Suráfrica, dos mundiales de cuatro jugados, no es ninguna casualidad. Ganó el más duro, casualmente el más inteligente. El rugby sale de plano y regresa a esos terrenos de Dios, a lavar la camiseta en casa y a los pubs, "la zona más decisiva de un campo de rugby". Felicidades Suráfrica.