Rugby | VI Naciones
Wilkinson, al rescate
La última vez que el apertura de los Falcons jugó con Inglaterra, el 22 de noviembre de 2003, se convirtió en un mito con el drop que la hizo campeona del mundo (imagen de la derecha). Regresa, tras 1.165 días, en el VI Naciones.
Es más fiera una manada de ciervos dirigida por un león que una manada de leones dirigida por un ciervo. Pocas formas más gráficas existen de retratar el agitado panorama actual del rugby europeo. A un lado del bosque, los leones atribulados (Francia e Inglaterra). Al otro, los fieros ciervos (Irlanda y Gales). Y en medio, Italia y Escocia, en el papel de hienas acechantes.
Francia, o mejor dicho su seleccionador, Bernard Laporte, se ha perdido en el bosque empeñado en seguir a un par de ciervos como Traille y Elissalde. Laporte no confía en zaguero alguno, ni tiene un apertura al que encomendarse y a sus delanteros les pinta los galones con tiza un partido y se los borra horas después. Sin Oremus, es difícil poner cara a una ilusión: ganar el Mundial. Inglaterra tiene rostro y nombre, los de Jonny Wilkinson, El Cid, que tendrá un problema: tiene Babieca (el rocoso capitán Phil Vickery), pero no Tizona. Sólo un puñado de cachorros, quizás algún día leones. Wilko acude al rescate junto a Brian Ashton, sexagenario con retranca que se sentará en el banquillo del XV de la Rosa al grito de "Salgan a divertirse". Mal asunto mezclar placer y deber cuando el frigorífico está vacío. Ashton debería tomar nota del consejo del capitán inglés Martyn Johnson en el vestuario del Telstra Stadium de Sydney antes de disputar la final del Mundial 2003: "Es sencillo, chicos. Tenemos que salir ahí afuera cada uno a hacer nuestro trabajo. Sólo nuestro trabajo, pero todo nuestro trabajo". Y ése es el trabajo de Asthon. Sólo, pero todo.
Una jauría de ciervos .
Entre los ciervos, Irlanda vuelve a tener buena pinta. Tiene cara, riñones y talento. Tiene un león, llamado Brian O'Driscoll, y una jauría de ciervos en su delantera que ya ha pasado por encima a todos sus rivales. Y en la bisagra, La Rata Stringer y Bambi O'Gara: granujas en los agrupamientos, elegantes a campo abierto y bravos en la batalla. No son tan guapos como los franceses ni tan altos como los ingleses, pero conocen el oficio y no suele haber fontaneros libres los fines de semana. De Gales, todo lo que se diga debe ponerse en cuarentena. Sospechosos habituales, equidistan del éxito y del fracaso. La infantería es cosa de su octavo Williams y la caballería la coordinan Stephen Jones y Dwayne Peel, dos tipos lúcidos que manipulan material inflamable (Shane Williams, Rhys Jr., Henson...). Su último hallazgo es James Hook, veinteañero espigado de pierna dura. Gales es una eterna presunta. De Italia y Escocia, poco que decir. Andan y hacia adelante, que no es poco. Los primeros buscan su identidad en las ligas extranjeras, los segundos al pie de sus castillos. Resumiendo, Irlanda puede, sabe y quiere. Inglaterra querer, quiere, pero no sabe hasta dónde puede. Francia poder, puede, pero no sabe qué quiere. Y Gales sospechamos que puede saber qué quiere. Dicho todo esto: poder es querer.
El calendario delata que si Irlanda es capaz de salir airosa del primer envite en Cardiff, en el duelo de gallitos, tendrá mucho ganado porque este año Inglaterra y Francia rendirán visita a Croke Park, templo del fútbol gaélico. El vetusto Landsdowne Road será sometido a un lifting. Inglaterra se juega algo más que su credibilidad en su debut. Escocia pone en juego en Twickehnam la histórica Calcuta Cup (120 ediciones, con 63 victorias inglesas, 40 escocesas y 17 empates). Y por último, Francia arranca ante la Italia de Napoleón Berbizier, talento vehemente por el que suspira media Francia, la media que no deja de crecer a su paso. Vinagre y esparto a partes iguales.
Año de Mundial ergo edición de caras nuevas y probaturas. De los últimos cuatro Seis Naciones que coincidieron con Mundial, Inglaterra ganó tres. Wilkinson vestirá la zamarra del cardo 1.165 días después para mantener la racha. Hay kilos de rugby por jugar y litros de cerveza en la nevera por beber, ¿qué más se puede pedir?