Polideportivo | Ajedrez. Mundial
La ansiedad de Topalov juega a favor de Kramnik
El ruso domina por 2,5 a 1,5
En el mapa genético de Vladimir Kramnik impera el legado artístico de sus padres: escultor y profesora de música. Sin embargo, en su juego no se aprecian concesiones estéticas. Kasparov lo comprobó de primera mano a orillas del Támesis en el 2000. Fue durante su duelo en los Riverside Studios de Londres. Kramnik ganó la segunda partida y se atrincheró para defender su exigua renta. Arriesgada maniobra para un joven desafiante sometido a la ofensiva foribunda del Ogro de Baku. Catorce partidas después, Kramnik había neutralizado el caudal ofensivo del campeón, proclamándose campeón del mundo. 14 partidas sin derrota para este discípulo del Botvinik y Cheskovsky. Kasparov advirtió entonces "es el rival más difícil de ganar. Lee los secretos del ajedrez como un virtuoso".
Aconsejado por el español Illescas y los rusos Motylev y Rublevsky, Kramnik cumple a rajatabla una vieja máxima: "Los ataques ganan las partidas; las defensas, los campeonatos". Sólido en la apertura e inquebrantable en el juego medio, no contempla el riesgo en su planteamiento. Muchos ven en este duelo otro Kasparov-Karpov. Putin es uno de ellos. A Kramnik le toca el rol de Anatoly. En su móvil sigue almacenado un mensaje de Putin felicitándole por su triunfo en Dortmund. Kramnik no le cogió el teléfono. No es Karpov.
Enfrente, su antítesis: Veselin Topalov, jugador creativo capaz de desequilibrar una partida con una maniobra inesperada y genial. Para lo bueno y para lo malo. Discípulo del romántico Paul Morphy, este fantasista se hizo con el título de campeón del mundo de la FIDE tras ganar una liguilla disputada entre los ocho mejores jugadores del mundo (exceptuando a Kramnik, campeón clásico).
Topalov ha pagado su desbocada ambición en el arranque del Mundial. Negó tablas con negras en la primera partida y acabó perdiendo. En la segunda, la ansiedad le pudo. Apremió al parsimonioso Kramnik desde una posición ventajosa con blancas y acabó claudicando. Mala consejera la prisa. Ayer Topalov frenó su desaforado zafarrancho para estrenar su casillero huérfano. Firmó tablas y quemó otra bala. Quedan nueve. Kasparov gastó 14. Hace un siglo el romántico Rudolf Spielman escribió: "Los mayores errores de los grandes jugadores llegan en los Mundiales". Topalov podría rubricarlo.