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Ciclismo | Tour de Francia

Juan Palomo

Freire se buscó la vida y volvió a batir al resto de velocistas.

Actualizado a
<b> CODO A CODO. </b> Un último golpe de riñón de McEwen puso en aprietos a Freire, que se impuso por algo más de un tubular y sumó su segunda victoria en el Tour, la tercera que consigue en la carrera. El viernes lo volverá a intentar
Jesús Rubio

Tan despistado como todos los genios, nuestro héroe tenía dos dudas al cruzar la meta. La primera, si antes que el pelotón había llegado algún escapado; la segunda, si había batido a McEwen. Ni hubo fugados ni le superó nadie: Freire había ganado su segunda etapa en el Tour con esa deliciosa facilidad con la que acostumbra a burlar a esos velocistas que retuercen manillares y te acuchillan con los codos.

Lo asombroso, más allá de su extraordinario sprint, es que Freire lo disputara con la incertidumbre de quien no sabe si lucha por el primer o por el cuarto puesto, y además tampoco le importa. Se preguntarán que por qué no utilizó el dichoso pinganillo, pero las respuestas son múltiples e intrascendentes: porque le hablan en holandés, porque sintonizó Radio Olé o, simplemente, porque se quitó el sonotone. Da igual.

Tampoco se puede reprochar a Freire que no cuente con un equipo que no cuenta con él. Mientras otros disparan con balas, su equipo es Flecha. El resto de sus compañeros tienen otras misiones. Posthuma y Weening protegen a Menchov. Boogerd no trabaja para nadie y Rasmussen va por libre. Es difícil imaginar cuánto mejoraría Freire con un equipo dedicado a prepararle las llegadas. Aunque tal vez entonces él se sentiría demasiado presionado y a nosotros no nos sabrían tan bien sus triunfos. Y es que el encanto de Freire reside, en gran parte, en que en cada una de sus victorias asistimos a la transformación del apocado Clark Kent, periodista gafotas, en el flamante Supermán.

Depredador.

Mientras otros velocistas controlan la carrera, echan abajo las fugas (ayer fueron Beneteau, Knees, Auge) y, finalmente, envían por delante a sus trenes, Freire vive saltando de vagón en vagón para arrebatar, en el último instante, el bocado a los tiburones.

Por otro lado, Freire tuvo ayer un día de lo más completo. Además de la victoria, acordó la renovación por un año con el Rabobank (aquello de la falta de presión) y su mujer salió de cuentas. Como le quiera regalar algo al niño (Marcos), volverá a ganar. Su exhibición, además, tuvo al mejor testigo posible, Cipollini, que viajaba en el coche del Liquigas, equipo para el que colabora como cazador de talentos (y talentas).

Y a la buena noticia le sigue otra: hoy comienzan los Pirineos. Y aunque la etapa no acaba en alto, el asunto resulta prometedor: Soudet (fuera de categoría) y Marie Blanque (1ª). Hay una veintena de favoritos no oficiales (de Pereiro a Mayo pasando por Rubiera) que deberían moverse hoy y buscar una escapada. Eso nos descubrirá quién controla la carrera, si es que hay alguien dispuesto a hacerlo.

Desde la última subida hasta la meta hay 45 km. El que da primero da dos veces. Sería bueno grabarlo y hacerlo sonar en los pinganillos. El gran Tour empieza hoy.