Campeón de tenis y de educación

Yo digo | Jesús Mínguez

Campeón de tenis y de educación

Si Maradona hubiera estado en París y no en Alemania, supongo que también habría gritado "¡Gracias Dios por hacerme hincha... del tenis!"... o de Nadal. El Diego, ejemplo de carácter, seguro que habría encontrado el epíteto exacto para definir a otro depredador como él, a otro espíritu indomable que es capaz de sobreponerse a un ambiente hostil (como el de la Philippe Chatrier a favor de Federer), a una grave lesión que hizo planear muchas dudas sobre un chaval de 19 años, a una insidiosa insinuación de dopaje antes de comenzar la reválida en Roland Garros y, sobre todo, a la presión de ganar no ya a un número 1, sino al hombre que podía completar el Grand Slam.

Nadal fue ayer un fenómeno sobre la tierra y fuera de ella. Porque demostró, en un ambiente eléctrico y cargado de emoción, que es un tipo educado. No hizo sangre de Federer, que parece amargado y disminuido cuando se enfrenta a él, y recordó que el suizo es el mejor de la historia. Tuvo palabras de cariño para un público que nunca tomó partido por él. Podía haberlas evitado, pero las dijo. Después de conectar su último golpe corrió a abrazarse a su tío Toni, su profesor en el tenis y en la vida, y al resto de su familia. Sólo ellos saben lo que sufrió con su lesión. No es fácil tener la cabeza amueblada con 20 años; aunar garra, ambición, agresividad y exquisitos modales.