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Polideportivo | Boxeo

Cuba: la ley de la calle

La mejor cantera de boxeadores del mundo, la cubana, sigue fabricando púgiles de primer nivel: los de su selección. Sin embargo, estrenan inesperados adversarios: los boxeadores criados en las calles de la Isla. En los últimos meses han mordido el polvo ante ellos en varias ocasiones.

<b>LA FRAGUA DEL ÉXITO. </b>Los torneos locales siguen dando mucho que hablar en Cuba, meca del boxeo.
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Enero de 2006. Torneo de Playa Girón. Dos olímpicos de la selección cubana de boxeo besan la lona ante dos púgiles locales. "Es la ley de la calle", advierte Mario Kindelán, oro olímpico en Sydney y Atenas. "Nunca puedes confiarte porque todos aprendimos en esa escuela y hay mucho talento ahí afuera". Cuba, la isla amateur, ofrece peleas en este campeonato que enfrentan a los mejores boxeadores de calle con las estrellas de la selección. Atrás quedan semanas de combates locales y regionales que sirven para situar a los mejores modestos frente a sus ídolos.

En la trastienda aparecen dos eminencias del business: El doctor Barrientos, el comisionado del boxeo cubano, y Alcides Segarra, el capo. Fundador en el 60 de la escuela cubana, El Profesor legó en 2001 su herencia a Sarbelio Fuentes. Antes modeló a figuras de la talla de Stevenson o Savón. Segarra aprendió el oficio de Andrei Chervonenko, con quien compartió rincón en 1972 en Múnich mientras guiaba a Stevenson a su primer oro olímpico ante el yankee Bobick.

Medio millón de practicantes forman el caldo de cultivo de la escuela más exitosa del boxeo mundial: 57 metales en los Juegos Olímpicos. Las causas hay que buscarlas en las Escuelas de Iniciación Deportiva (EIDE) desperdigadas por las 14 provincias de la Isla. Allí aterrizan los atletas más prometedores de primaria y secundaria. 50.000 monitores peinan las calles de Cuba buscando estas perlas del deporte. La primera criba se realiza en los Juegos Escolares (10.000 atletas). Tras ser reclutados inician una exigente preparación que alternan con su obligada asistencia a clase. En ese aspecto, La Habana es deficitaria, demasiado bon vivant. Las estrellas nacen en provincias. De Camagüey llegó gente de la talla de Savón, Herrera y Horta y de Las Tunas surgieron los pegadores Stevenson y José Gómez.

El traspié de los boxeadores olímpicos en Playa Girón levantó muchas expectativas en la Isla de cara al Torneo Internacional de Giraldo Cordova Cardín que se celebró en Camagüey entre el 24 y el 30 de abril. Se produjeron reajustes en la selección porque los aspirantes llegaban con hambre y los extranjeros buscaban un trofeo que no sale de Cuba desde que en 1999 el mosca Omar Narváez se llevara el título a Argentina. Cuentan que al verle pelear Barrientos exclamó: "Es bueno, parece cubano". La ironía no descansa en la Isla.

El dólar.

Ante este desafiante panorama, los internacionales cubanos afinan su puesta a punto en las Residencias de Alto Rendimiento de Giraldo Córdova Cardín, Marcelo Salado y Cerro Pelado. Rusos y yankees discuten su reinado mientras los cubanos rechazan la tentación de los profesionalizados dólares. No es nuevo, Stevenson ya declinó jugosas ofertas: "En Múnich rechacé tres millones de dólares por pelear profesionalmente. Prefería los 10 millones de aplausos de mi gente". Primero toca pasar la reválida en casa, ante los afilados púgiles locales. La ley de la calle advierte, y Cuba no es una excepción, que "siempre gana el mejor". Asiente Mario Kindelán. Un campeón. Un ilustre hijo de las calles de Palma Soriano. El mejor, el que siempre ganaba...