Ciclismo | Tour 2005
Valverde: Siempre campeón, en la bici y en la noche de bodas
Desde los 9 a los 14 años nadie pudo ganarle
De primero Valverde y de segundo Belmonte, apellido de torero. Y de nombre Alejandro, el primer gran conquistador del mundo, el 'Magno'. Nació en en Las Lumbreras (Murcia), el 25 de abril de 1980. Su padre, Juan, llegó a ser corredor aficionado, no más porque lo suyo fue una afición tardía. Pero hizo algo más grande, transmitió a su hijo sus ilusiones ciclistas. A los tres años Alejandro ya tenía un triciclo.
Pero el niño prefería ser futbolista, hasta que él mismo se convenció de que era "un negado" para el balón. En cambio con la bici... A los nueve años compitió en su primera carrera en Jumilla y quedó segundo. En la segunda, en Yecla, ya obtuvo su primer triunfo. Y allí empezó una racha imparable. El niño Valverde ganó todas las carreras en que participó durante los siguientes cinco años, hasta que pasó a la categoría cadete. Este dominio insultante no era muy bien llevado por los padres del resto de chavales que en diversas ocasiones trataron de convencerle de que no participara en alguna carrera para dar oportunidad a los demás.
Y no sólo en la bicicleta es un campeón. El pasado 31 de octubre Alejandro se casó con Ángela González, también murciana, de Cabezo de Torres, tras una larga relación de siete años. El diario Veinte Minutos tuvo la ocurrencia de preguntarle cómo fue la noche de bodas. "Como siempre había pensado. Algo especial". ¿Como coronar cinco veces el Tourmalet?, inquirió el periodista. "Casi lo consigo, pero al final quedé por debajo de esa cifra mítica. Creo que me quedé entre el cuarto y el quinto, aunque no estoy muy seguro, porque perdí la cuenta".
'Balaverde', apodado así por su rapidez en la última recta, demostró aquella noche y también ayer en Courchevel que es mucho más que un sprinter. Ayer fue más Belmonte que Valverde, un torero que supo manejar perfectamente la muleta, fijar a Rasmussen, citar a Armstrong y entrar a matar en el momento preciso para quitarle al texano uno de los momentos estelares que preparaba para su séptima y última película: ganar la primera etapa de montaña.
El Tour es una carrera diferente. Hay grandes corredores a los que se les atraganta (Heras puede ser un buen ejemplo) y otros que se sienten como en su casa. Ayer Valverde (victoria número 30 como profesional) empezó a convencer a los indecisos que le veíamos (me incluyo) como un nuevo Jalabert, que es mucho más, que tenía razón en no enamorarse con las clásicas y soñar con el Tour y la Vuelta. Lo ha demostrado en la primera gran jornada alpina que se le ha presentado, en un terreno donde no hay trampa ni cartón, sino puertos como castillos.