Ediciones
Resultados
Síguenos en
Hola

Tenis | Roland Garros

El príncipe Nadal baja a la tierra al rey Federer

En la pista central de Roland Garros se vivió un posible cambio de reinado en el tenis mundial, Rafael Nadal, que ayer cumplía 19 años, dominó sin paliativos al número uno. Roger Federer se resitíó, pero pocas veces logró encontrar el antídoto al juego del español

<b>VISCERAL. </b>Rafael Nadal no pudo reprimir en ocasiones festejar los puntos de un duelo en la cumbre.

Cuando la última desesperada derecha de Sir Roger Federer se fue larga, a las 21:15 horas, Rafael Nadal, que acababa de cumplir 19 años, era un punto más de luz en el crepúsculo del Bosque de Bolonia. Y el bosque, y todo Roland Garros, eran su tierra, su reino. La tierra y el reino del príncipe del tenis. En el tiempo que se había detenido, no existían el rey Federer, ni su maravillosa muñeca, ni las astutas miradas curiosas de Ion Tiriac y Sean Connery, ni el asombro de Pau Gasol, ni las carreras angustiosas de esquina a esquina tras los tiros asesinos de Federer.

Sólo existían Rafa Nadal y sus 19 años: a solas con esa bola larga de Federer que, cuando aterrizó en el lento piso rojo, bien fuera de la línea de fondo, llevaba dos inscripciones. Una de ellas ponía "Roland Garros". La otra era la firma de un cambio de guardia: el príncipe heredero ha llegado al palacio del tenis. Para quedarse. Estamos ante un nuevo fenómeno de masas.

El partido duró 167 minutos. En los primeros 43, Federer perdió un set, lo que no le había pasado en las nueve horas largas de todas las rondas anteriores. De entrada, Nadal atascó el fabuloso mecanismo de precisión suiza del número uno mundial y le rompió el primer servicio. Desde ahí, Nadal tuvo siempre la iniciativa y Federer fue a remolque, arriesgando su suerte en la busca de ataques y de tiros cuyo ritmo era casi imposible de mantener: al menos, ante Nadal.

Ion Tiriac había dicho que "Federer ha de mezclar el juego y ganar uno de cada tres puntos con voleas, o perderá". La impresión del primer set fue que Federer quería ganarle a Nadal jugando tenis de tierra batida: absurdo. Nadal, el mejor restador del circuito, rompió todos los servicios de Federer, menos uno. La facilidad del número uno se perdía entre el viento, la humedad, las carreras y los restos de Nadal. Federer firmó el 59% de primeros servicios en ese primer set, en una marisma anaranjada que se le estaba haciendo territorio comanche. El set se esfumó en las manos de Nadal cuando Sir Roger embarcó una derecha, una de tantas, en el pasillo de dobles, entre un irónico aullido germánico: "Jawooohl". "Síii..."

Ahí, Federer arrojó la prudencia y cargó con todo. Entre penas, fatigas, voleas que entraban o no (61%), pero con golpes de la firma, Federer encerró a Nadal en la esquina del revés. Rafa no estaba intimidado, pero sí incómodo, con poca escapatoria. Set para Federer en 41 minutos, casi en un dictado de los consejos de Tiriac. Con la luz decayendo, el tercer set tenía todos los galones de la decisión: quien lo ganase, podía cerrar el partido con todo a favor en la confusión del crepúsculo naranja.

Tomahawk. Ganó Nadal, claro. El set decisivo y el partido. Tony Roche, la leyenda australiana que entrena a Federer, preparó a Iván Lendl ante el ataque zurdo de McEnroe, pero ayer, en el palco de entrenadores, se tapaba la cara. Federer, molesto con los tiros altos liftados de Nadal, buscaba salir de allí con ataques presionados, precipitados. Parecía que se escapaba, pero era el canto del cisne suizo. "Nein", no. Nadal sacó el tomahawk de Gerónimo, restó, peleó una bola tras otra, y, entre el viento y el niño, Federer puso rumbo al colapso de sus 62 errores no forzados, 30 más que Nadal. En el cordaje de Nadal agonizaron las deliciosas mariposas de Federer. A las 21:15 horas, el niño había devuelto al rey a la tierra. En el cumpleaños del príncipe, Federer era un ser humano perdedor, no mucho más.