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Esquí | María José Rienda

"Ya ha llegado mi hora y puedo subir al podio"

La granadina aspira hoy a subir al podio en el gigante del Mundial de Bormio(Italia). "No tengo miedo a nadie; al final gana la que menos se equivoca y la que mejor interpreta el trazado", dice.

María José Rienda
morenatti

Hace unas semanas cuando disputó la Copa del Mundo en Santa Caterina, la pista donde se disputa el gigante femenino, dijo que le gustaba mucho y que podía ser medalla allí. ¿Sigue manteniéndolo?

Sí. Creo que hay que soñar, soñar siempre mucho, y luchar mucho por la medalla. La pista es bonita, selectiva y reúne todas las condiciones para que yo pueda subirme al podio.

Sin embargo, en las dos últimas pruebas de la Copa del mundo no se le ha dado bien.

Hay que analizar los dos casos. En Santa Caterina iba muy bien hasta que me salí de una puerta difícil, pero eso forma parte del riesgo. Pero, pese a todo, estoy esquiando bien y mejoro día a día.

¿Cree que ha llegado ya la hora de María José Rienda?

Sí, ha llegado mi hora. Cada carrera es una oportunidad. Ahora llego a estos Mundiales crecida como deportista, con una gran experiencia detrás. Creo que es hora de recoger los frutos al trabajo de tantos años.

En Salt Lake City estuvo a punto de conseguirlo y estuvo durante horas en el podio... hasta que se encontró con una nieve muy distinta en la segunda manga. ¿Tanto puede llegar a influir el estado de la nieve?

Por supuesto. La nieve es importantísima. Con una nieve dura, todo el mundo tiene las mismas oportunidades. Con la nieve más blanda, te encuentras más huellas, más agujeros. Resumiendo, la nieve se rompe y eso es muy importante porque en este deporte la diferencia entre ser o no medalla es cuestión de milésimas de segundos.

Usted lleva en el panorama internacional más de diez años. Con usted empezaron esquiadoras que ha ido usted dejando en estos años en el camino: su hermana Raquel, Ainhoa Ibarra, Ana Galindo... ¿Se considera una superviviente?

Sí, soy una auténtica superviviente. Además las echo de menos mucho a todas. Cada una de ellas dio mucho por este deporte, pero los resultados no les acompañaron. Era una época diferente, muy dura. Para ponerte al nivel del resto de Europa tenía que entrenarme más que las demás para recuperar años. Lo que la gente hacía en cuatro años, yo lo tenía que hacer en dos. Y eso es un esfuerzo enorme. En España falta aún cultura del esquí.

Y todo ese esfuerzo lo tiene que hacer a muchos kilómetros de su casa de Granada. ¿Le cuesta mucho estar tanto tiempo fuera?

No es lo mismo tener las pistas cerca que tener que desplazarte miles de kilómetros. Las competiciones son siempre en el extranjero, aunque ya empieza a haber aquí alguna más, y eso te obliga a estar quince días fuera, volver una semana, marcharte otra vez... Ha habido temporadas que he llegado a estar hasta dos meses fuera de casa.

¿Ha tenido que renunciar a muchas cosas por esta dedicación tan plena al esquí?

Por el esquí he tenido que renunciar a casi todo. Para empezar, a estar con mi marido y con mi familia, y a tener una vida social. Las amistades las he podido mantener por mi marido. Pero lo hago de buen grado porque el esquí es mi vida y es lo que más me gusta.

Muehlegg anunció su regreso tras cumplir su sanción y meses después se fue aduciendo que lo dejaba, que se retiraba. ¿Se despidió de usted?

No me dijo adiós porque casi ni nos conocíamos. Él estaba en el equipo de fondo, yo en el de alpino. No teníamos nada que ver. No fue nada fácil asimilar lo que le pasó, pero ahora ya está fuera.

Se pasa el año entero viajando. ¿Qué es lo que le gustaría llevar siempre en su maleta?

A mi marido, por supuesto. Aunque el teléfono hace milagros. Nos llamamos todos los días porque nos gusta oírnos.

Y en este Mundial, ¿quiénes son las rivales a las que teme?

A ninguna. No tengo miedo a nadie. Tendré que estar pendiente de la eslovena Mazen, de la finlandesa Poutiainen, de la sueca Paerson... Siempre gana la que menos se equivoca y la que mejor interpreta el trazado.