Se podría contar como una historia de la bella contra la bestia. Como un bonito cuento de hadas ahora que ha tenido un final feliz. La protagonista es Maria Sharapova, que se convirtió en la madrugada del lunes en la nueva Maestra del tenis mundial con sólo 17 años. La bestia que tenía enfrente era Serena Williams, una cañón de ébano que vio reducido su servicio de 190 a 90 km/h debido a una lesión abdominal en el segundo set. Al final, 4-6, 6-2 y 6-4, un millón de dólares y un Porsche Cayenne valorado en ocho millones de las antiguas pesetas que ha decidido donar a los danmificados de la matanza del colegio de Beslan que se cobró más de 300 muertos. Un corazón de ganadora y una generosidad de campeona.
Sharapova ha venido a cerrar este año en Los Ángeles una trayectoria vital que comenzó en Siberia un 19 de abril de 1987. Nació en Nyagan, al lado de pozos petrolíferos, donde su padre, Yuri, se ganaba la vida tras haber huído un año antes de las cercanías de la nube nuclear de Chernóbil. De allí a Sochi, cerca del Mar Negro, donde comenzó a jugar al tenis con una raqueta que le regaló el padre de Yevgueni Kafelnikov. Navratilova la echó el ojo en Moscú y recomendó que viajaran a Brandenton, Florida, a aprender los trucos de Nick Bollettieri, el creador de Kournikova. Entre sus manos cayó otro bombón, pero éste con una ambición mayor y unas piernas interminablemente largas.
A Florida. En Florida sufrió, sin su madre, a la que problemas burocráticos la retenían en Rusia y sin hablar inglés. Su padre trabajó en lo que pudo hasta que la agencia IMG vino a echar una mano a su hija, la fichó y comenzó a pagar las cuotas de la academia (35.000 dólares por año). Un fichaje que ahora está rentabilizando. Sharapova, tras reventar a la Williams ante su público del Staples Center ha conseguido acabar el año alzando la copa del Masters, la ensaladera de Wimbledon y otros tres trofeos más (Birmingham, Seúl y Tokio). Su vida de viajes y renuncia a los estudios (no tiene ningún título escolar y se forma vía internet) va teniendo recompensas. Las firmas de moda y belleza más poderosas le han tendido una alfombra roja. La chica de Siberia ha acabado el año en el puesto 4. La número 1 ha sido Davenport. Pero este se recordará como el año de Sharapova.
